Dikt Animal
Un animal oculto en el crepúsculo me vigila y se apiada de mí. Ahora es verano. Pesan las frutas corrompidas y arden las cámaras corporales. Cansa atravesar esta enfermedad llena de espejos. Alguien silva en mi corazón. No sé quién es pero entiendo su sílaba interminable.
Hay sangre en mi pensamiento; decididamente, escribo sobre lápidas negras. Yo mismo soy el animal extraño. Me reconozco: lame los párpados que ama y en su lengua arden las sustancias del olvido. Soy yo, no hay duda: canta sin voz y se ha sentado a contemplar la muerte. Sin embargo, yo no veo más que lámparas y moscas y las leyendas de las cintas fúnebre. A veces, grito en tardes inmóviles.
Lo invisible está dentro de la luz, pero ¿arde algo dentro de lo invisible? Arde lo que no existe y la imposibilidad cunde en mi corazón. En todo caso, el animal se niega a atravesar iglesias, a fatigarse en la agonía. Quiere, simplemente, descansar en un lecho de sombra.
Es el que está despierto en mí cuando yo duermo. No ha nacido y, sin embargo, puede morir.
Así las cosas, ¿de qué perdida claridad venimos? ¿Quién puede recordar la inexistencia? Podría ser más dulce regresar, pero la regresión es quizá inútil.
Entramos indecisos en un bosque de espinos; nos dirigimos sin saberlo a la ceguedad. No hay nadie más allá de la última profecía. Soñamos con un dios que lame nuestras manos, pero nadie verá su máscara divina.
Así las cosas,
la locura es perfecta.