Dikt Mi madre, una mujer grandiosa
Cuando era niño me decía mi madre
Que era yo el hombre de la casa, en vista
De partir pronto quien fuera mi padre
Para estar ante Dios al pasar lista.
Tres décadas apenas en el mundo
Y tres hijos menores a tres años,
Mi padre en triste escena moribundo
Se despidió de todos sin engaños,
Su afición al alcohol pudo haber sido
Factor longevo habiéndolo evitado,
Sólo Dios sabe, mas su adiós sentido
Dejó el hogar sin jefe y enlutado.
Como único varón fui desde niño
Ungido por su mano protectora
Para amparar con rango y con cariño
A quienes desde el cielo él atesora.
«El hombre de la casa» fui nombrado
Por mi agónico padre en necro-lecho,
Y mi madre insistente ha recordado
Tal nombramiento como todo un hecho,
Mas la verdad sea dicha sin mentira:
Ella encaró la carga delegada
Haciéndome sentir ser yo quien mira
Por mis hermanas y mi madre amada.
Nada más falso, pues es ella misma
Quien conduce el hogar con temple santo.
Es ella con amor quien fluye al prisma
De espiritual radiar célico encanto,
Adornando a colores nuestras vidas,
Al dar consuelo en nuestras penas vanas
Y curándonos trágicas heridas,
No obstante sus arrugas y sus canas.
Bendita madre, el órgano y tu canto
Le das a Dios en tu vejez ‘ociosa’.
Y tu amor nos has dado en valor tanto
Que has sido, madre, una mujer grandiosa.
ANTONIO MUNGUIA
MEMORIA:
Viernes 13 de Septiembre de 1985 En el trayecto desde Road Forks N. M. EE. UU. hasta el hospital Gila Regional Medical Center de Silver City, ante un posible infarto llevado en ambulancia, sintiendo que puedo morir sin volver a verla. Me estruja el corazón al recordar que mi madre cumplió ayer 70 años de edad y después de 30 años al frente de su tienda de abarrotes con que nos dio todo para crecer positivamente, lleva ya diez como organista del templo de Ntra. Sra. de Guadalupe en Agua Prieta, Sonora.