Poesía española

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Dikt El dominus tecum, o la beata y el fraile

En el pío ejercicio
de domarle la carne a una beata,
el reverendo padre fray Sulpicio,
práctico medicante de estos males,
la hacía cala y cata,
sabiendo, por el uso de su oficio,
que el cuidado primero en casos tales
siempre ha de ser descabezar el vicio.
Érase el reverendo
un frailejón tremendo,
hombre de vello en pecho,
de estos de «dicho y hecho»,
que en nada gastan calma:
en fin (aparte el alma),
un toro guadianés hecho y derecho.
Con bravo empuje y con ardor frailengo,
el reverendo padre
a la beata madre
daba con la de Rengo;
y a la sierva de Dios en tal ataque
(o bien fuera del susto
o mejor con el gusto
de sentirse menear el badulaque)
se la soltó el zumaque,
quiero decir, que se le fue en falsete
un punto al clarinete
por el lado contrario
al que la acometía el dromedario.
-¡Hola!, ¿quién tose? (dijo el padre nuestro).
-Nadie, padre maestro
(respondió la beata remilgada);
siga la santa obra; no fue nada,
sino que ya el influjo de la gracia
obra con eficacia;
prosiga sin cuidado;
nadie tose; soy yo, que he estornudado-.
(Cada cual estornuda
por donde Dios le ayuda.)
Y diciendo y haciendo,
replicó el reverendo:
-Si eso es estornudar, ¡Dominus tecum!-
Y la volvió a trastear el Vade-mecum.



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Dikt El dominus tecum, o la beata y el fraile - Bartolomé José Gallardo
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