Dikt JardÍn contiguo
La oscuridad que digo se reduce
A tres únicas lámparas.
El jardín que yo digo se extiende hasta la puerta
De la casa cerrada, en las inmediaciones
De un río silencioso que cruza la ciudad y la divide
En dos partes iguales.
Con un árbol antiguo y un banco de madera
Que permanece húmedo durante todo el año;
Con una nube inmóvil
Que recuerda a las otras pero que tiene a veces,
Dibujando sus límites, tonalidades rojas.
El jardín que yo digo está cubierto
Por tres dedos de sal, tiene por tanto
Esa fisonomía de lo que, para el mundo, permanece excluido.
A uno y otro lado los objetos, los seres invisibles,
Señalan el lugar hacia el que todas
Las miradas convergen,
El origen exacto de la melancolía: un animal que pace
Entre la adormidera; el tilo dulce, sin hojas;
El cansancio violeta de la tarde
Sobre el borde del día o las paredes
Vencidas de la casa, complacientes
En la cosmogonía de su sombra.
La tristeza es eterna como el gesto de un árbol
O la sabiduría.
Como este río profundo en cuyas aguas
Un hombre sobrevive, como el río
Con una sola onda que discurre
Sin tiempo y sin memoria,
Equidistante siempre de la vida y la muerte.
Agua apacible
Que fluye en las ermitas
Y en las proximidades de los grandes silencios.
El jardín que yo digo está formado
De pequeñas derrotas
Agrupadas en círculo en torno a los residuos
Levemente amarillos de las hojas
Que viven en el suelo.
Desde que vine aquí
Me he vuelto sigiloso: mi corazón ya es noble
Como el que se alimenta
Del fruto de la muerte,
De sus tiernas raíces y sus complicidades, de la pura
Soledad de la sal.
¿Qué puedo hacer entonces, si adquirí la costumbre
De darme en la tristeza?