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Dikt Juana rosa en el alféizar

Juana Rosa en el alféizar
sobre su mar sin ventanas.
Una nube compañera
Le protege las espaldas,
Porque el turbión de los días
-intimidad soberana-
ha copado los jardines
y le ha ocupado la casa.
Afuera, el mar está solo.
Juana Rosa lo acompaña,
Porque nadie sabe de islas
Como esta joven velada.
Viene el eco de otros mares,
De otras campiñas atávicas,
Y en esos mundos dormidos
Nunca mueren las palabras:
Trajinan con los silencios
En perfecta caravana,
Desde que llega la sombra
Hasta que el alba levanta,
Desde el genial mediodía
Hasta la noche monástica.

Entonces, en el alféizar
Juana Rosa se ensimisma.
Los hervores de la ausencia
Son espumas de otra isla:
La que emergió de su pálida
Atlántida malherida.
La isla de la memoria
Ya en memoria desvivida,
Convivida con los fuegos
De las hogueras oníricas.
Por eso el mar sin ventanas
Es una tierra florida,
A cuyos flancos se acogen
Los dioses que resucitan,
En un pacto de horizontes
Con las anónimas víctimas.
El día está por llegar.
Ella lo sabe, y le anima.
Tiembla el aire, tan valiente
Como un balsero que expira.
Y de pronto el cielo abierto
Es un poema sin firma.

Juana Rosa, Juana Rosa,
Desde la ventana eterna
Mira tu mar noche y día,
Como las áureas doncellas
Que custodian los tesoros
De la verdad y la fuerza.
Que en la ventana te encuentren
Los viajeros que regresan
Por las rutas desveladas
Entre fatigas intrépidas.
Tú quédate donde estás,
En tu verbo de promesa,
Al que los pájaros llegan
A beberse las estrellas.
Desde ahí, tu isla callada
Cantará una aurora de estas,
Y no habrá coro más dulce
Ni más conmovida décima.
Quédate ahí, donde estás,
Porque el mar te da su venia,
Y las palmas rigurosas
Te ofrecen la luna llena.

París, 8 de diciembre de 2003



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Dikt Juana rosa en el alféizar - David Escobar Galindo