Poesía española

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Dikt Oda a julio verne

Su corazón no será nunca barro muerto,
Porque las obras no se miden por kilómetros
Sino por lámparas, y desde aquí,
Desde cualquier rincón, la hierba se descubre en ardiente mayoría,
El mundo sigue a solas forcejeando en la red;
Y casi en todo sitio las imágenes ciegas congestionan el tiempo
Mientras la fantasía es una vieja madre
De los hombres más justos.
¿Cómo llamar a Julio Verne, sino afán de los ojos
Que atraviesan el agua, la niebla y el vacío?
No, no es tan sólo el ansia de creación,
No es una silenciosa fuente que se desgasta
Atropellando un sol y otro sol bajo oscuros apetitos de espacio.
Algunos seres hablan agonías honrosas,
Transparencias que nacen de un racimo olvidado en el fondo
/del sueño,
Y entonces la vigilia es una misma flor,
Entre cuatro paredes que limitan los pasos del mortal insondable
Y en el fuego veloz de Cabo Kennedy.
Saludemos al gran rostro en la multitud.
Cantemos con sus alas
Al tiempo que sube el ascensor,
Al tiempo que un libro se desnuda frente a las mariposas.
Saludemos al regio adelantado,
Desde luego con la sonrisa abierta
De los que lanzan lluvias de confetti, pero también
Con la grave liturgia de un siglo riguroso
Y lleno de anchas luces, secretamente igual al escombro de un tigre.
¿Cómo llamarle, sino aspirante a los anillos de Saturno?
O claro explorador de la profundidad en que el oro descubre
/su vocación de albatros.
O sereno pater-familiae oceánico entre nubes de perlas.
Digamos que hay un básico poder:
El de la simple y llana y profunda utopía.
De allí nacen los niños, los meses de patéticas visiones.
Digamos que también de allí nace el destino,
Que siendo una vertiente indescifrable
Junta cuerpos y lágrimas que vuelan y se apagan y renacen
Con mejores raíces.
Por eso ciertos hombres son exactos espejos.
Hilos en que agoniza la manzana del símbolo.
Amorosos vigías del mañana.
Testigos de invisibles minotauros.
Tienen nombres. Alguno se llamó Julio Verne.
Oyó fogatas únicas en el bosque más ciego.
Caminó hacia los vidrios de la ciudad sin nudos de sal
/en la garganta.
Dejó sobre la arena la huella de los húmedos zapatos,
Y así la arena fue creciendo,
Atesorando fósiles de luz,
Abarcando increíbles ramajes deslumbrados.
En el fondo del mar, o en el fondo de una intacta costumbre
/sorprendida por especiales llaves.
Julio Verne, el más joven capitán de mil años.
Ahora recorremos el camino sin nombre,
Por todas partes gime la piedra amenazada,
Y hacia dónde crecemos es como preguntar por la riqueza
/oculta de domingo.
Por hoy su corazón no será nunca barro muerto.
Tendrá constantes pájaros la edad de sus criaturas.
Está vivo, escrutando la pasión de la ciencia.



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Dikt Oda a julio verne - David Escobar Galindo