Dikt El rehén escapa
Veranito de julio si las plantas
se extravían y yo también. Mis pies
caminan como raíces y adelante
está esa lámina que mi madre
recuerda, la escuela, sus nueve años:
Lámina de la vaca pastando
Y ella dice que decía: «qué digo,
qué escribo, he ahí una vaca, ahora qué»
Angustia frente al objeto rotundo
que en su descripción no se despliega
«Cómo celebro o discurro frente a esta
vaca que ocupa todo el lugar».
Hasta que alguien le dijo: «mirá detrás»
Y mi madre: «¡claro! me dije: leche,
queso… para que sirve y lo demás»
Mis ojos brillan ante la anécdota
oída mil veces, ahora plena
Y sigo con ella: «sí, le salen alas
y por la noche vuela tu vaca
pastando nubes y el trébol brilla
en sus ojos de rocío y pampa…
la vaca ah tu vaca». «No tanto»
me dice ella, y se ríe viendo
que nos vamos lejos por la ventana
de la escuelita, aquella lámina
que aún recuerdo y agrega: «seguro
que allí está, en la pared colgada»
bajo tortura o galopando magia
sin permiso la vaca, la preciosa
complicidad de verte madrecita
como yo a veces un tanto extraviada
Esto es aquello que en el otoño
la vida te regala