Dikt Postulado de irreverencia
Este minuto pasa golpeando. Son exactamente las horas del desconcierto.
Tiembla. Esta ciudad hiede. No puedo detenerme en esta talega de desmesuras.
Mi diario personal cierra lentamente sus ojos. El tambor de las epifanías luce su exangüe listón.
Una bestia se postra en la entrada al infierno.
Esta barca perdió sus remos en algún lugar del mar Egeo.
Ulises es una sombra imaginaria con alas rotas en el último suspiro.
Yo sé que se detiene el vaivén intermitente del pecho frente a la penumbra oscura de la ceniza.
Humano. Terriblemente humano. Dueño de todos los cepos, de todos los grilletes, de todos los barrotes.
Mi pasaporte tiene una herida; un puñal le cortó la identidad.
Esta sonrisa tuya, no es más que una burla que me restregás en el rostro.
Este escarnio tuyo, sin tentarse el hígado porque ya lo tenés cristalizado de tanta borrachera.
Este destierro no es para mí. No te conozco; pero, sé que existís.
En algún lugar tenemos que encontrarnos. Te invitaré a un café, a una charla, a un verso triste.
Vos vas a insistir que te acompañe. No. No pertenezco a la congregación de tus desvelos.
No soy tu pan diario. Puedes irte a la hora que te convenga.
Puedes celebrar las misas y los novenarios que necesités para ser excomulgada.
Yo seguiré aquí, palpitando como corazón que delata su último paraje.