Dikt Piltriquitron
Elia Casillas
Mi expresión resplandecía en los momentos en que tomaste la mano y llevándome a tu mundo caí en la magia de tu duende. Tus ojos alternaban el tinte en cada valle, tu hechura sombría y yo en tu manto.
Protegidos en un cielo que no era mío, el río Azul al fondo, envidiaba nuestro enlace… La fogata golpeó nuestro duelo, sabíamos que la última etapa venía. No pude decir te amo y aunque me apretabas, sentí tu lejanía hallándome con el silencio. Imposible abrir mis labios, contemplé tu pecho sintiéndome herida por ausencias, que agrietaban mi costado.
Guardé el instante en que una flama vino alumbrar tu rostro bohemio, embotellándolo en mis enigmas cerré el corazón. Hoy sé que te llevo, es sólo buscar en lo profundo para amarte junto a la lluvia, cerca de las nubes que cubren los pies de la montaña, ahí donde nos conocimos, protegida en ti, sin afectarnos nada. En mi afloraba la fantasía, radiante en tus relatos iba de sorpresa en sorpresa; de pronto en riña con un jabalí o en galería de arte defendiendo tu ropaje de vago.
Llevo un rostro frío para caminar mis rumbos – dijiste – en contra de los que no entienden la diferencia de pertenecer a otro gremio. Los que llevamos una señal de locura imposible para los ordinarios. Sólo vos podés contemplar mi espíritu, porque es como vos.
Presa en tus palabras bromeaba a ratos, el tiempo disminuía y el adiós en acecho cruelmente preparó la mano. Entonces el frío vino, aferrada a ti no quise ir a las maletas ni al tren de mi realidad. Cerré lo ojos. No pude emigrar, desenredándote dejé que marcharas solo.
Navojoa Son. Julio 5 de 2001.