Dikt La naciente del batel
la naciente del Batel De Esteban del Pilar Arriola
La distancia hacia Mantilla
Alejaba el plenilunio andariego
Las palmeras al borde del pajonal.
Dejaba un camino tan ciego.
Caía triste y solitaria
La mensajera tarde del monte
Los pastos silbaban por el viento
Empañando de polvo el horizonte.
En pleno mes de mayo
El sol caía como rayo
Partiendo la tierra
Con los pasos del caballo.
Más entre la polvadera
Que el viento levantaba
Los pastos chuzos, chillaban
Y el monte se lamentaba.
Cobijaba el monte cerrado
Sudor caliente del invierno
Con oxigeno mezquino.
Entre encierro e infierno.
Al encontrar la salida
Bañado el cuerpo en sudor
Ahogado con tanta sed
Tan débil y sin color.
Afligido como un cerdo
Le auxiliaba el cardo chuzo
Bebiendo el agua dorada
Que caía espeso y sucio.
Dos o tres plantas valía
Como el oro de una mina.
Dos o tres suspiros
Y manos a la garabina.
El índice con saliva
Buscaba encontrar el viento.
Rumbeando a paso largo
Iba el pingo sediento.
Se decidía a esperar
Para retomar su fuerza
Y al querer trasnochar.
La suerte venía inversa.
Los bichos, ni en el rincón
Se encontraban escondidos
Por alguna quemazón.
Que incendió algún bandido.
Mientras distraída y nostálgica
Dormía la aurora tan clara.
Que moría en una mirada
Tan caliente, en las ramas.
La tierra seca y caliente;
Chupaba la gota mínima del roció.
Cuando llegaba la misteriosa noche
Temía, recostándose junto al río.
La luna sentía el calor
Con su reflejo en el agua.
Repartía su esplendor.
Del árbol a cada rama.
El vapor se sentía tibio,
Como una caricia mala.
Con el fuego humeante
Que desprendía la tala.
Otra distancia maldita
En un rumbo más lejano
Que un día de acaballo
Había mostrado su hermano.
Al borde del pajonal
Se quemaba leguas enteras
Miraba rumbo a ganar.
Entre humo y polvareda.
Se sentía dueño del monte.
Y de una selva tan fiera
Hizo el sol una trinchera
En silencio y en espera.
Juego de perdices y halcones
Pero en tarde oscurecida
Ponía en el filo su vida
Con mil rezos y oraciones.
Dos ñandúes que corrían
Galopando con recelo
Ruidos de gajos secos
En la picada sentía vuelos.
Las pisadas del humano
Se notaba como una mueca
Como tacos de mujer
Y carpintero en ramas secas.
Por el camino más teñido
Furioso y ligero venía
El extraño más extraño.
Entre los cardos crujía.
Desde el castaño reflejo.
Se veía la furia temible.
En medios de aquel cardal.
Como fiera ¡tan horrible!
Los juncos verdes sin quemar
Dejaba verlo llegar.
A una fiera que pelear
A una presa que matar.
Pues, temblaba aquel instante.
El joven cazador tan ágil.
A luz y sombra centellante.
Hamacaba su cuerpo volátil.
Acorralado el capibara
Entre los cardos y palmeras
El extraño juntaba la rabia
Disparando entre las enredaderas.
Sin pretextos y disculpas.
El joven quería pasar
Pero se veía en el filo
Sangre caliente al temblar.
El aventurero cazador
Que de hambre no cazaba
Quiso al joven en su espada
Y el joven se hamacaba.
Hacía, a cada espina tan frágil.
Capaz de soplar con su cuerpo.
¡El desafío a tan espantoso hambre.
Que trababa su camino como un cepo!
El rival hecho veinte cueros
Se enojaba porque perdió
El número veintiuno.
En momento tan oportuno.
El hambriento cazador.
Que por cueros no lloraba.
Le decía que el capibara.
De él muy lejos estaba.
Como una serpiente ágil.
Quiso revolearle un sopapo.
Y ciego buscó entre los trapos.
El filo y en un guachazo.
El joven le afirmó del suelo.
Para empezar con el duelo
Es lo que hace el hombre rico
Cuando persigue los cueros.
El fusil olvidado por ambos.
Que de rabia estaba llena
El viento silbaba con una quena
Y el arma blanca hacía justicia.
No quiso esperar más
El coliseo nocturno.
Y la espada colosal. Abría,
Camino entre sombra y humo.
El eco del sol enterrado
Y el viento activo jugaba,
La luna subía un ángulo más.
Y los cuerpos luchaban.
Filo a filo chocaban
Los machetes y corajes.
La luna. La noche esperaban.
Para ver a quién velaban.
Pero que tanto esperaría
Con la destreza y valentía
De sangre adolescente.
En montes y sol ardiente.
El joven ligero y fugas.
Cortaba de un tajo al enemigo.
Con sangre roja de un extraño.
Hasta su sombra quería escondido.
Las primeras estrellas
Que aparecía en la noche
Traías las aves bellas
Trinando sin reproche.
Los monos como el diablo
Voces que echaban el monte.
En medio de aquella hazaña.
Que terminaba entonces.
Caminos que buscaban fronteras.
Batel misterioso y taperas.
Nido de venados y fieras.
Pasión de necesidad y guerra.
Con dieciocho años enfurecía.
La edad como un sanguinario.
El manantial les ofrecía
Agua dulce y complementario.
Mientras su corcel mordía
Las bridas con tanta paciencia.
Miraba que su dueño. Llenaba,
De gloria su adolescencia.
Vertía del embalsado
El agua como la sangre
El único sauce chupaba
Aún sin tener hambre.
Se acostaban los juncos
Como un niño en la cuna.
Pero no había ninguna.
Solo un joven y un difunto.
El agua no dejaba espuma.
Y la sangre tragaba la tierra
Tan seca entre los cardos.
La espuma quedaba afuera.
El segundo Puesto Blanco
Estaba lleno de murciélagos.
Y en el chircal al fin. Gemía
Un jabalí con agudo llanto.
…………………………………………
Cazador joven que en la naciente
Fuiste por este animal.
Y encontraste tu rival.
Y seguirás siendo inocente.
Porque no hay rincón más negro.
Que lo verde del monte.
Porque no hay confianza.
Entre polvo y horizonte.
Y al no haber un testigo.
Que la tarde y la noche.
No podrán dejarte preso.
O encontrar a un perdido.
Y lloras en tu presente
El pecado original
Que escondiste en tu monte.
Hoy te largas a llorar.
Entre la soledad y el sueño
Que o te deja dormir…
Te apresa y sabe afligir.
El que quiere ser tu dueño.
Ya que ganarte no pudo
Por tu gran agilidad.
Te regaló la maldad
De no poder olvidarlo
Es que entre pasado y futuro.
No existe una diferencia
Cuando nos cuenta el recuerdo.
Por un camino lerdo y oscuro.
……………………………………………
Hoy te acusan de sabandija
De ladrón y de cuatrero.
Que matas de tus vecinos
Las ovejas y terneros.
Es cosa que siempre sucede
En el actual tiempo del mundo.
El que no muere de hambre
Muere en medios y en lo profundo.
Pero el que no quiere robar
Busca la carne de nadie
Y le prohíben cazar
Y permiten al deportista.
Pesca el pez pequeño
Y al agua va de vuelta.
Hay carné y excursiones
Y el pobre revuelca cartones.
Pero joven que jamás quiere
Encontrar la explicación.
Porque el rico no ve en el rincón.
El carné de la pobreza.
Hay ciudades que pescan
Y dinero junta del mundo.
Quiere el pobre del suelo.
Que le pesquen en un segundo.
Y en esta instancia lejana,
Se enciende como la llama
Esa tarde de guerrero.
Que vos defendiste el cuero.
Te junta rabia y calambre.
Cuando a tu cara los dicen
Ignorantes si pudieran
Nunca morirse de hambre.
El que no ve la necesidad
Jamás ve la razón de peregrino.
El que anda buscando aventura
Siempre es un hombre dañino.
Y el que daña sin dañar
Siempre es perseguido.
Porque al que daña tan grande
Nunca los pueden cazar.
El respeto de tu madre,
Es una vida tan sana
Y con la boca serrada.
Dejas encendida llama.
El que más habla de otros.
Es el que más corcovea
Son igual que los potros.
Y mulas cuando patean.
Tu padre siempre te dijo.
Al morir patea cualquiera.
Y tú sabes que en esta guerra.
Las patadas son pecados.
Las bocas de los finados
Que se burlaron tantas veces.
Sufrieron por sinvergüenza.
Robando en la cara del pobre.
La justicia te hace oído.
Que en Mantilla se apean.
Acusan a tu apellido.
Pero nunca te rodean.
Hay citaciones y patrullas.
Hay perros que balancean.
Buscando dejarte preso.
En los huesos que no encuentran.
Mantilla es tan hermosa
Tierra de amor y palmera
Bajo su sombra arenosa.
Crece la flor y la espera.
La colonia es un parque.
Tan tranquilo y tan suave.
Y el Batel una lumbre.
Que siempre te sacó el hambre.
Sobre el rió salta el pez.
Y en sus juncos el capibara.
Galopando entre las ramas.
Busca escaparse las gamas.
El jabalí más macho.
Cava siempre al revés.
Y el ciervo más manso.
Mira con tanta altivez.
Estando lejos de Mantilla.
Tu recuerdo es un sueño.
Y al pensar es maravilla.
Y es pecado no saberlo.
Junta tanta emoción la vida
Y al pensar una descuida.
Que el muerto. Muerto esta.
En medios de la partida.
Que vale cuando no vale.
Tu vida junto a Mantilla.
Que vale más la planta.
Que el fruto y la samilla.
Que no te maten el batel
Joven de luz centellante.
Es un hilo sin carretel
Pero es tan brillante.
Que no extingan tus animales.
Por los cueros y los cuernos.
Que ponga el pecado la cruz
En medio de tantos males.
Que no maten los animales
El que no tiene tanta hambre.
Y dejen en tu camino
Siempre. medio flojo el alambre.
Que deje la luz más bella
A la mantilla floreciente.
Y cave el sol en tu frente.
Para sembrar una huella.
La colonia es una estrella
Que camina a tu costado
Y aunque te dejen de lado.
Joven. Mi joven soñado.
Alumbrando el los rincones
De los sucios puestos blanco.
Volaban los murciélagos.
Como burbujas de un baso.
Y en medios de los cardales
En tus hombros traías la carne.
Como el hombre de antaño.
Como el santo de los males.
La luna siempre cautiva
Como la india nativa.
Busca el batel y la vida.
Busca tu sueño. Tu ser.
Esperando que algún día
Al que llaman yatay
Le encuentren algún valor
En los lugares que no hay.
Ay cuanto vale Mantilla.
Cuando te encuentra Batel.
Si quiere encontrar el paisaje.
De la siembra de tu ayer.