Dikt Altares del caos
1
Cuerpos, todos ellos iluminados por el oro
de su imagen insomne, pequeños fantasmas
devorados por la luz de la inercia, contagio
de caídas a flor de una atormentada utopía.
¿Quién nos abandona despierto en sí mismo?
¿Desterrados los largos planos urdidos en alarde
mientras el tiempo se estiraba en silencio?
¿Quién me sigue cuando sigo rumbo a lo visible?
Cuerpos de no se sabe cuál dolor, figuras
del abismo, sombras de nuestra propia sombra.
2
Cuerpos enteros en fuego, de celosos curupiras
que asombran la duda sagaz de las cenizas
en los mohosos escritos de un dios, todos.
¿Cuántos éramos? La suma de invocadas caídas,
un lar de entregas, albergues de la soledad.
Corriendo el mito oímos el lamento, tantos,
el corazón cubierto de dolores en cada habitante:
Todo aquí lo creamos a imagen del deseo, Decía
la placa a la entrada. No se exige del fuego sino
que queme o ilumine, lo que fuera, todo.
3
¿Qué hicimos contra el dolor? ¿Qué planes?
Soluciones químicas, de rápido transporte,
euforia de demonios cada vez más raros de sí.
Continúe el caer, hasta que la caída desaparezca.
¿Para dónde nos movemos si nada se mueve
en nosotros? Lo que buscamos más allá de la caída
no pasa del retorno de la prodigiosa sombra
de lo que más tememos: simplemente pensar.
¿Por qué escribo? Porque así muere
mucho mejor en mi el asesino que soy.
4
¿Regresar de dónde? ¿Habrá sido largo el trayecto
si todavía no salimos de la codicia, del remordimiento
o del olvido? Si había algo en mí
escondido era el destino, de seguro zumbando
por las quejas y enjuiciamientos, el noble emporio
de valores de nuestro tiempo, trapos de memoria,
mercado de encantadoras criaturas que adoran
e injurian y matan y murmuran y encubren
los cuerpos cortados en fuego para que se anime
el día de la palabra que no falte a nadie más.
5
A la sombra del suceso, un ciego nos redime.
¿Qué hora tiene? Tal vez haya un crepúsculo
allá afuera. Algo que pueda atestiguar lo inamovible
de tantos cuerpos, asentarme en sus motivos.
¿Seremos sólo un mismo dolor ardiente, capricho
de alguna sombra que nos ausculta y define
mientras buscamos reposo y agonía, nuestros?
Cuerpos restados de nada, reescritos en el vacío.
Se tornan innumerable patrimonio de sus días,
gente de negocios que no parece humana.
6
Doble de mi propia muerte destinada,
atisbo de lo que represento, agonía íntima.
Antes discutíamos: ¿hay un consejo de hombres
o de dioses? Apenas un toque de la carencia.
Caricia de los puntos mágicos que actúan, sordos
amuletos, sumados a lo que de ellos hay en mí,
toda la tierra despeñada sobre el verbo, el sonido
de cintilaciones que urden al imagen que clava
el sentido en la piedra – sea el deseo la locura,
la poesía la azotada instancia del equilibrio.
7
¿Qué esperan de sí cuerpos que solamente ahora
dejan de sangrar? ¿Una muerte en tercera persona?
Todo los lleva a creer que somos parte de aquello
que fuimos. Si nos falta aire y aún bailamos,
luego seremos el aire y la danza olvidados en sí.
Nunca estamos camino de nada, nada, nada
en nosotros anticipa una cosecha por alcanzar.
Sombras que sangran en la noche al son de la duda.
Una rebaba de hábitos, penumbras de agonía,
verbo trocado con el infierno, rigores sin alarde.
8
Iluminados los cuerpos, a leerlos convidado fui.
Traje conmigo un rabino y la duda acerca
del origen de la caída. El dolor nos abandona
en la medida de la gloria de su rastrojal solemne.
Estamos aquí para el infierno y no hay medidas
para su vaticinio. Cuando mucho acentuamos
el propio fin, deseado con oculta precisión.
No nos libera el deseo de algo que sabemos.
Cuerpos sangran y fulgen y gozan y se abisman.
Nada puede el dolor de uno contra el altar de todos.
9
Perderse no es ya con el cuerpo, no tiene
cómo combinar los errores con sus aciertos.
¿Fidias aún esculpiría sombras? ¿Cuántos crímenes
albergará en tan preciosa arcilla? No importa
qué nombre le demos, una vez aceptado su arte.
Me explicó un día que ellas significaban por
sí mismas y que apenas les da un cuerpo.
Cafute, Azufrado y El Maligno, misma y múltiple
figura que baila con el lenguaje del asombro
abatido, espléndido, significando casi nada.
10
¿En qué tiempo ocurre el verso? ¿De dónde proviene
todo el mal de la poesía? Mira el viejo dolor, la sombra,
ve que nos asombra su ardor. Furtivas
serpientes de la imagen, el maizal de sus lunas.
Si no viene de la nada no es creación, me dice
la disforme criatura que semanas ha residía
en los fondos de una taberna, desnuda ardiendo en frío.
No pasa de débil atisbo el arte hoy aceptado,
vértigo del doble, delirio de otro prometido.
Para librarse de ese letargo sólo hay que crear.
Traducido al español por Benjamín Valdivia
ALTARES DO CAOS
1
Corpos, todos eles iluminados pelo ouro
de sua imagem insone, pequenos fantasmas
devorados pela luz da inércia, contágio
de quedas a flor de uma atormentada utopia.
Quem nos abandona desperto em si mesmo?
Largados os largos planos urdidos no alarde
enquanto o tempo se alargava em silêncio?
Quem me segue quando sigo rumo ao visível?
Corpos de não se sabe qual dor, figuras
do abismo, sombras de nossa própria sombra.
2
Corpos inteiros em fogo, de zelosos curupiras
que assombram a dúvida sagaz das cinzas
nos embolorados escritos de um deus, todos.
Quantos éramos? A soma de invocadas quedas,
um lar de entregas, pensões da solidão.
Correndo o mito ouvimos o lamento, tantos,
o coração coberto de dores em cada habitante:
Tudo aqui criamos à imagem do desejo, dizia
a placa à entrada. Não se exige do fogo senão
que queime ou ilumine, o que for, tudo.
3
O que fizemos contra a dor? Quais os planos?
Soluções químicas, de rápido transporte,
euforia de demônios cada vez mais raros de si.
Continue a cair, até que a queda desapareça.
Para onde nos movemos se nada se move
em nós? O que buscamos além da queda
não passa do retorno da prodigiosa sombra
do que mais tememos: simplesmente pensar.
Por que escrevo? Por que assim morre
muito melhor em mim o assassino que sou.
4
Regressar de onde? Terá sido longo o trajeto
se ainda não saímos da cobiça, do remorso
ou do esquecimento? Se havia algo em mim
agachado era o destino, decerto zombando
das queixas e julgamentos, o nobre empório
de valores de nosso tempo, trapos de memória,
mercado de encantadoras criaturas que adoram
e injuriam e matam e carpem e encobrem
os corpos cortados em fogo para que se anime
o dia da palavra que não falte a mais ninguém.
5
À sombra do que se passa, um cego nos redime.
Que horas tem? Talvez haja um crepúsculo
lá fora. Algo que possa atestar a imobilidade
de tantos corpos, afundar-me em seus motivos.
Seremos só uma mesma dor ardente, capricho
de alguma sombra que nos ausculta e define
enquanto sondamos repouso e agonia, nossos?
Corpos restados do nada, reescritos no vazio.
Tornam-se inumerável patrimônio de seus dias,
uma gente de negócios que não parecem humanos.
6
Duplo de minha própria morte anunciada,
a visagem do que represento, agonia íntima.
Antes discutíamos: há um conselho de homens
ou de deuses? Apenas um toque da carência.
Carícia dos pontos mágicos que agem, surdos
amuletos, somados ao que deles há em mim,
toda a terra despencada sobre o verbo, o som
de cintilâncias que urdem a imagem que crava
o sentido na pedra – seja o desejo a loucura,
a poesia a surrada instância do equilíbrio.
7
Que esperam de si corpos que somente agora
deram de sangrar? Uma morte na terceira pessoa?
Tudo nos leva a crer que somos parte daquilo
que fomos. Se nos falta ar e ainda dançamos,
logo seremos o ar e a dança esquecidos em si.
Nunca estamos a caminho de nada, nada, nada
em nós se anuncia uma trilha a ser perseguida.
Sombras que sangram à noite ao som da dúvida.
Uma sucata de hábitos, luares de agonia,
verbo trocado com o inferno, rigores sem alarde.
8
Iluminados os corpos, a lê-los convidado fui.
Trouxe comigo um rabino e a dúvida acerca
da origem da queda. A dor nos abandona
na medida da glória de seu capinzal solene.
Estamos aqui para o inferno e não há medidas
de seu vaticínio. Quando muito acentuamos
o próprio fim, desejado com oculta precisão.
Não nos libera o desejo de algo que sabemos.
Corpos sangram e luzem e gozam e somem.
Nada pode a dor de um contra o altar de todos.
9
Perder-se não é mais com o corpo, não houve
como combinar os erros com seus acertos.
Fídias ainda esculpirá sombras? Quantos crimes
acobertará em tal preciosa argila? Não importa
que nome lhe demos, uma vez aceita sua arte.
Explicou-me um dia que elas significam por
si mesmas e que apenas lhes dá um corpo.
Cafute, Azufrado e El Malo, mesma e múltipla
figura a dançar com a linguagem do assombro
tombada, esplêndida, significando quase nada.
10
Em que tempo ocorre o verso? De onde provém
todo o mal da poesia? Olha a velha dor, a sombra,
vê que nos assombra seu ardor. Furtivas
serpentes da imagem, o milharal de suas luas.
Se não tiramos do nada não é criação, disse-me
a disforme criatura que há semanas pousava
aos fundos de uma taberna, nu ardendo em frio.
Não passa de débil visagem a arte hoje aceita,
vertigem do duplo, delírio do outro anunciado.
Para livrar-se de tal letargia há apenas que criar.