Dikt Escape de las sombras
Antaño los muertos regresaban.
Hoy vivimos en un mundo de espectros que a nadie atemorizan esperando una tormenta que lave nuestros sueños.
Los más precarios ídolos controlan el terror.
Aunque pájaros de piedra me buscan no soy de los que cierran los ojos para sobrevivir.
La luna escribe la noche.
¿Desde cuándo escucho la estrepitosa caída de un glaciar dentro de mí?
Vino la guerra y permaneció entre nosotros.
Conocimos su imaginería atroz y se hizo necesario perdonar al tiempo, a su furor compartido…
Cultivamos la luz del grito, la flor de la ironía. El escape de los signos.
No voy a hablar de quienes eligieron el peligro de la indiferencia o del silencio.
Tampoco quiero que el dolor pueda salvarme.
Portando la palabra será imposible recobrar el paraíso,
lo sabemos, pero buscamos el olvido de la escritura.
Hay quienes persiguen un destierro en dios,
un asilo en los ocasos. El fuego descendente, el granizar de la ausencia.
Pero a mí sólo me han signado las estancias del horror.
La voz del viento.
El patético vuelo circular. La historia del sollozo…
Y no es posible renunciar cuando el primer pensamiento tuvo la forma de un venablo.
Ninguna confesión es inocente.
Sabemos que la oscuridad nos hará libres.
Que el porvenir es un crimen. Que tendremos que guiarnos con las nubes.
Que hasta aquí hemos traído a nuestros ojos inermes…
Sabemos cómo oficiar lo invisible y que el rocío conoce el drama de la aurora.
Vigilo todo lo que muere. Decido ser.
Encomiendo al poeta la protección del instante.