Dikt Oda al marques de sade (amanecer)
Hoy te levantaste con tu predilecto ojo púrpura,
Era blanca la sábana de la amargura
y el horizonte de la pureza
teñía tu mirada de rictus oxidados.
Era el barrote, era la prisión, era el asilo
de las algas pegajosas como silencios de aves muertas.
En este minuto desvestido, ¡Sade!, te quise.
Tus extrañas manos eran tentáculos
de islas olvidadas,
pájaros negros pasaban sin delirio,
todo era cansancio de espigas
sin respuesta. Las ostras abrían su carcomido
número de oficinas, y las medusas de las rocas
eran sirenas con añil púrpura en los labios.
¡Cuanto olvido!
¡Cuánta bajeza escuchaste de los ojos enrojecidos!
En tu cerebro aullaba un lobo herido,
y su pene de cicuta
golpeaba las madréporas de los lagos podridos.
¡Cuánto pantano había en ti!
¡cuánto nenúfar de oloroso incienso
gastaba las mentes de los gritos!
Mas era la mañana de licor,
y delirio menstrual, tu sexo
se sobreponía a los tumbos del alma.
Vencido como las serpientes al acecho,
tu diente clavó el oxígeno de las cataratas.
¡Cuatro monjas azules te sujetaron!
¡Sade!, ¡Sade, cuánto te quise!
Es la hora del ojo negro,
es la hora donde la sangre y el reloj,
anuncian la terrible campanada de la tortura.
La sonrisa impasible se enmudece,
los miembros se trenzan en la noche sin espinas.
¡Aurora es la indicada!, ¡aurora es la vestal!
Los grillos suenan, la puerta de hierro fundido se abre.
¡Sade!, eres el demacrado de las primeras horas.