Dikt Oda al marques de sade (atardecer)
¡Oh macabra senectud!
¡Oh violada ponencia de las estrellas!
La amargura tiembla en el vino,
la sal en la arruga serena de los firmamentos;
nadie acude a la oscura mancha de la embriaguez.
El cirio tembloroso,
la tarde atada a su castigo,
son la herida de mis errabundos ojos.
Nadie acude a esta llaga de ámbar,
a esta soledad de olas sin espuma.
¡ Hay un grito de insecto en tus ojos,
rocío de soneto líquido!
El atardecer,
cansado como los muelles sin óxido,
cansado como el bastón de los balcones,
expira,… expira,… el pétalo del perdón.
¡Sade, Sade,
quisiste de tu virtud la perla dorada de los ensueños,
quisiste de la vida el barco podrido de las perdidas algas!
¡ No hay perdón en los pechos del cardo!,
¡No hay risa en la violeta de los ojos!
¡ Sade!, Sade,
primera condena de las cumbres sin abismos,
escarabajo del nervio marinero.
¡ Oro de la tarde que huye!
¡Oro de la copa sin saciarse!
La flor sin calaveras,
hueso rosado de la aurora,
fueron el néctar de tu solitaria celda.
El atardecer de la gloriosa golondrina,
la campanada en el triste musgo,
saciaron tu sed de verdugo laborioso.
¡ Nada me pertenece
sino la conjugación
del vicio y la virtud!
¡ Oh dolores preciosos!
¡Oh asmas de la naturaleza!
Son dos misterios parecidos:
¡ segundos de la huida!,
¡ciervo de la lanza fugaz!
¡noche sin paralelo!
Es su negrura invocada,
Loco buscador de la luz,
me remonto,
distante,