Dikt La gran huelga
A Mercedes Gordillo
Creí
conocer Managua.
A veces, la maldije
por fea y cochina,
pero en esos días
brotaron
rasgos vivos
en sucios solares.
Se sublevó Managua,
se convirtió de pronto
en la beldad
amarga,
vestida de tinieblas
estrelladas,
de sangre,
el rocío.
Las llantas humeando,
disparos desde lejos,
la noche al acecho.
En todos los semáforos
gritó
el trazo áspero
de fieras barricadas.
La capital enorme
gastándose en polvo
sin parques ni palacios;
el rostro de Managua
es la bravía
rabia
de negarse a sí misma.
1990
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