Dikt Quizás el último
Confieso que he deseado dejar, abandonar la poesía. He deseado librarme de ella, así no más, y para siempre. Nunca he podido escribir nada que no haya vivido o sentido. Quisiera ser como esos tipos que le escriben al amor sin sentirlo. Como esas personas que le escriben hermosos sonetos a las moscas o perfectos versos a los caballos. Yo no he podido. He realizado algunos fallidos intentos. Pero, particularmente, a mí esa vaina, me desagrada. Aquí transcribo, un poema que nació de una experiencia inolvidable. No me pidan más detalles. Si el poema no tiene título es porque ella es mi secreto. Es porque ella es pasado. Sagrado pasado. Y porque, además, olvidé su nombre.
De oro auténtico
Dulzor de tiempo
Son tus piernas,
¡Oh, mujer!
Nunca antes el mar vibró
Nunca antes Dios
Perdonó mis pecados
Por eso, ¡Oh, mujer!
Brindemos con champagne
Empalágame el falo con ternura
Aráñame despacito muy despacito
Y, luego, ¡Oh, mujer!
Aléjate de mí
Despídete de mí
Nadie te quitará mi vida
Nadie borrará tu imagen
¡De mentiras húmedas ésta hecha
/mi vida!
Tú sabes que te amo
Tú sabes que he sufrido todos
/tus aullidos
Tú sabes que padezco y muero
Porque soy cobarde
¡Oh, Mujer! Eres mi pecado
¡Oh, Mujer! Soy tu pecado
Sé fuerte
Maldíceme,
Mil veces maldíceme
Adentro muy adentro lloro
Dime ¡Adiós, para siempre!
Sin que me duela
Dime ¡Adiós, para siempre!
Sin que se quiebre mi canto
¡Oh, mujer! Eres mi pecado
¡Oh, mujer! Soy tu pecado
Dime ¡Adiós, para siempre!
Aléjate de mí, ¡Oh, mujer!
Sin que se quiebre mi canto
Post Data: escrito un día cualquiera de…