Dikt Calle castelar, 52
A Luis Ortega Brú
La luz que apenas entra por la ventana…
Hay manos que acarician el aire,
Surtidoras de luz en la madera.
Hay ocasos que esculpen su lenguaje,
Sangre desnuda en la gubia
Enamorada, rostros de Cristos
Abrazándose al dolor…
El cuerpo enjuto, frágil, del imaginero
Se desborda, se encorva, se agita,
Y esa luz que apenas entra por la ventana…
Los párpados cansados pero firmes
En la tarea, los dedos luminosos
Dando forma al dolor, al olvido.
El sol es un rumor. Sevilla dispara
Su luz inacabable y los naranjos
Acurrucan parejas soñolientas…
Y en el taller el rostro de Cristo cobra
Forma, las manos atadas o clavadas,
Desconyutadas o ausentes, se revelan…
Y esa luz que apenas entra por la ventana…
Hay recuerdos de muertos en los ojos,
Hay desgarros tallados en la penumbra,
Reflejos de la vida y del ayer deshabitado…
Todo es silencio terso en la madera,
Hay cipreses callados en la noche
Que llega, y la luna oculta su vieja
Querella en el río y la primavera
Tiene aroma a jazminero, a sombra
Enamorada del blanco de los patios.
En el taller el sueño no llega. La gubia
Sigue trabajando con paciencia y un hombre
Mínimo, tímido, alarga sus brazos
Hacia Dios, lo palpa en las manos quejosas,
Eterniza la sangre en el costado, la sed
De su delirio, el filo implacable de la muerte…
La noche tiene perfil de gubia, saeta partida,
Tiznada en la sombra de algún callejón,
El hombre vacilante, taciturno hizo gesta
De la nada, hizo un rostro barroco, fértil,
De dolor destellante, hondo y pleno…
Y llegó la madrugada y la luz de un nuevo
Día que entra por la ventana…
Las gubias quedan desamparadas, solas,
Hay un olor a sudor, a escofina, a oficio
Misterioso,
Y un hombre enjuto duerme,
Y ya sueña un nuevo rostro, un nuevo
Y estallante rostro venido del dolor…