Dikt El general
Mirad: frente por frente se divisa
Al viejo capataz de la mesnada;
Ni un pliegue de bondad en su sonrisa;
Ni un destello de luz en su mirada.
Alma siniestra: rostro abotargado;
Labio en un gesto de desdén caído;
El corazón a la piedad cerrado
Y a la doliente súplica el oído.
Tiene en la diestra el rayo que calcina;
Tiene en el alma el odio que envenena;
Tiene a sus pies un pueblo que se inclina
Y arrastra, murmurando, su cadena,
En tanto que del torpe libertino
Sólo cede la cólera sombría
Al influjo magnético del vino
Y al sopor humillante de la orgía.
Allá, sobre las cumbres de la sierra,
Con sus turbas de ilotas y reptiles,
Para dictar sus úkases se encierra
Entre nubes de sables y fusiles.
Miedoso de la fiebre vengadora
Plantó su tienda lejos de los mares,
Y abrió como una caja de Pandora,
El cofre de sus juicios militares.
Inquisidor, a sus esbirros manda
Que a los hombres apliquen la tortura
Y caigan en los pueblos como banda
Negra y feroz a la que el hambre apura.
Alguien le adula: trepadora hiedra
Que al fuerte muro con afán se acoge;
El que al amparo de sus triunfos medra
Y el fruto de sus crímenes recoge.
Ante ese monstruo, aborto del abismo,
Aún hay quien pasa con la frente erguida
En el alma el horror del despotismo
Y el desprecio sublime de la vida.
Mientras aliente un corazón entero
Pueden lucir auroras de venganza;
Hasta las sienes del Goliat ibero,
La débil onda de David alcanza.
Para enviarnos el terrible azote,
Al infierno tal vez injertar plugo
En un Nerón con rasgos de Quijote,
Un Sancho con instintos de verdugo.
Es general sin luchas ni peleas,
Sin hidalguía, sin honor, sin nada;
Para cortar eL vuelo a las ideas:
Para eso sirve el filo de su espada.
Goza en paz ¡oh tirano que algún día
Irá a turbar tus negras soledades
Lejana, estrepitosa gritería:
Zumbido de remotas tempestades.
Grito de rabia que los aires llena;
Rugido de un titán que quiebra el yugo;
Voz de un pueblo que rompe su cadena;
Voz de un pueblo que execra a su verdugo.