Dikt Iv (horas de fiebre)
Yo, de honda pena herido,
Cerré sus ojos bellos…
(V. Ruiz Aguilera)
¡Ha muerto! Ya no irradian las pupilas
Veladas por sus párpados de nieve.
¡Ah, qué triste silencio el de sus labios!
¡Qué augusta palidez la de su frente!
Ayer los anchos piélagos del mundo
Surcaba sin temor, pura y alegre;
Hoy cruza los desiertos infinitos
De ese país del que jamás se vuelve.
¡Adiós! ¡Adiós! Los que te amaron mucho,
Los que arrullaron tu existencia breve,
Miran huir contigo su esperanza:
Rayo de sol que con el sol fenece!
Y solos, con el alma desgarrada
Por un dolor más negro que la muerte,
Van contando minuto por minuto
La fría eternidad en que te pierden.
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