Poesía española

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Dikt El amante desdeñado

A par del risueño Tormes,
en una anchurosa vega,
abril, derramando flores,
galán y amoroso reina.
Con aire gallardo, suben
en brazos de amantes yedras
gigantes olmos, tejiendo
ramadas de sombra eterna.
¡Oh cómo, al son de sus hojas,
gime la tórtola tierna,
y el ruiseñor, a su arrullo,
entristecido se queja!
¡Ay, que su dulce quejido
el corazón atraviesa
del triste Damón, que llora
tendido en la dura tierra!
Nunca zagal por los montes
guió las mansas ovejas,
que le igualara en las gracias,
ni aventajase en las fuerzas.
Mil veces y mil dichoso
si por aquestas riberas
no pasease Florinda
su desdeñosa belleza.
Mil atractivos ocultos
exhala su faz modesta
sin cesar; y allá en sus ojos
está Amor lanzando flechas.
Toda es gentileza y gala,
y afable a un tiempo y soberbia,
rebosa gracias y amores,
amores y gracias nuevas.
El amante desdeñado
la vió asomar por la sierra,
y mira cual va, en rodeos,
bajando tras sus corderas.
Muda de color mil veces;
huirla quiere, y no acierta;
teme, y su temor acusa,
y desperanzado espera.
La mira, y la incierta vista
enojado aparta de ella.
No quiere, y torna a mirarla,
y su loco amor condena.
Por tres veces, a llamarla
se resuelve, y las tres mesmas,
al ir a decir su nombre,
el llanto trabó su lengua.
Cansado de tanta lucha,
al pie de un roble se sienta
y entre sollozos amargos,
así comenzó sus quejas.
¿No era bastante, oh Florinda,
a tu bárbara soberbia
verse, de tantos despojos,
allá en el Tajo cubierta?
¿En qué te ofendieron nunca
estas míseras riberas,
para que, cruel, vinieses
sembrando llantos y penas?
Tranquila paz respiraban
nuestras inocentes selvas.
¡Mal haya el aciago instante
en que te acordaste de ellas!
Viniste tú, y han huido
de aquí, por la vez primera,
la paz, las risas, el gusto,
el candor y la inocencia.
Lamentos es todo el valle:
la fe perdida, se quejan
de su amante la zagala,
de su pastor, las ovejas.
Dígalo yo, que al mirarte,
abandoné a Galatea,
que dejó por mí los pastos
donde vio la luz primera.
Infiel la olvida mi pecho
por más que en su amor se esfuerza;
y a ti forzado te adora,
y aborrecerte quisiera.
¿Acaso te han merecido
mis dolorosas tristezas
ni el favor de una mirada,
ni un ay de piedad siquiera?
Ayer te ofrecí, en el baile,
un ruiseñor con su hembra,
y, cruel, mi don arrojas,
y huyes del baile y la vega.
Pastoras, zagales, todos
rieron en mi vergüenza,
y, por mayor desventura,
rio también Galatea.
Aquí llegaba el amante,
cuando la zagala fiera
se volvió por donde vino,
cansada ya de sus quejas.
Él con la vista la sigue,
y solo ya con sus penas,
¿qué puede hacer? ¡Infelice!
Llorando sus ansias templa.



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Dikt El amante desdeñado - Nicasio Alvarez de Cienfuegos