Dikt Oda iii de anacreonte
En medio de la noche,
cuando parece el carro
donde ostentó Bootes
sus ya cubiertos rayos;
cuando al mortal cerraba
los ojos el cansancio,
de pronto amor parece
mis puertas golpeando.
¿quién, de mi sueño, dije,
turba el feliz descanso?
Y respondió: No temas,
abre, soy un muchacho;
por compasión me hospeda,
que llueve, estoy helado,
y en deslunada noche
solo y perdido vago.
Me lastimé de oírle,
y voy, y enciendo, y abro,
y un niño vi con alas,
con aljaba y con arco.
Le siento, a par del fuego,
y caliento sus manos
con mis palmas, y enjugo
su pelito mojado.
Al fin se cobra, y dice:
Trae, probaré del arco
la cuerda, que esta lluvia
¡cuál me la habrá parado!
La estira, y cual serpiente
que pica y vuelve insanos,
me hiere toda el alma,
mi pecho traspasando.
Vengan albricias, huésped,
grita riendo; el arco
ileso está; tu pecho
no quedará tan sano.