Dikt El don de la metÁfora
La cena ha terminado;
Una cena frugal, como de aquellos
Que saben los balcones de su pulso,
Pero accionan y buscan
Otras largas barandas
Con alguna maceta florecida.
Ella persiste ante la tele,
Viendo una de esas cosas
Que hacen lenta la noche
Y le dan una abulia inoperante,
Él lo ha pensando más despacio:
Le abate la cuadrícula. Él ha puesto
Destinos en la esencia de su copa
Y busca, en el camino del silencio,
Un verso que llevarse a las alturas,
Una libélula de frases
Con que irradiar el don de la metáfora.
Quiere volar con ángeles,
Y acuna su lenguaje.
Alas entraña en el poema
Del libro que, al azar y como ensueño,
Entre sus favoritos condiciona.
Prefiere la palabra
Escrita, la herramienta
Armónica que Apolo condiciona.
Pulsa las cuerdas de la lira,
Y se hace al son de sus diademas.
No sabe si el poema está en la calle,
Si las alas aquellas de los ángeles
Que pretendía, que anhelaba,
Lo elevan a la altura de lo empíreo.
La noche condiciona su lectura:
El momento… la luz… la estrella
Que impulsa los proyectos.
Un golpe de silencio, una figura
Que anide en la metáfora…
Si supiera verter tras estos puntos
Suspensivos la estética del verso,
La entraña, ésta que pulsa y tañe,
Para que se deslice la ternura
Del sentimiento y cubra la epidermis.
Porque es del interior, del alma,
Donde brotan, le brotan
Al poeta los sones y su música.
Acaso es de la calle,
De las piedras la culpa,
Que no saben llorar; los brillos
De la estrella lejana; desde el éter
Intermedio y mediático.
¿Quién dispone su música?
¿Quién aleación al término
Le impone y la imagen, al golpe
Que a la estética atormenta?
La cena ha terminado.
Una cena que ha puesto su distancia
Entre el letargo de los sueños
Y el íntimo latido de la estrofa.
Ella condicionó a la tele
Su tiempo de importancia,
Su dominio del mando.
Él, fiel a su perfil, ha derramado
Arpegios en la esencia de su copa
Y brinda por Apolo en su aventura;
Por si acaso el poema le redime
Y esta lectura le humaniza,
Le sitúa más cerca de los hombres.