Poesía española

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Dikt Noche de resurrecciones

I

Blanda invasión de alas es la noche.
Laten bajo su pecho las criaturas.
Ensimismadas laten y latiendo
de sí mismas se olvidan y comulgan,
al fluir de las horas entregadas.

Viento parado en una apenas rama;
aguas mudas, sonámbulas, sin freno;
tierra henchida soñando cielos puros;
sangre tenaz y solitario río
donde la noche nace y desemboca.

De un costado del hombre nace el día.

II

Vuelve los ojos hacia tu más cercana muerte,
hacia el tiempo sin límites
y la noche desértica,
sin orillas ni fondo;
vuelve los ojos hacia tu diario nacimiento,
vuelve los ojos, ve.

Tocas mi corazón, oh tenebrosa,
con mano blanda y grave,
vencida, que me vence;
y cede su latir a las corrientes
que nos empujan hacia dentro,
allá donde un mar quieto
hace encallar la luz,
donde lo vivo nace
y en la muerte final se reconcilia.

Vuelve los ojos, ve.
Toca mi corazón,
escucha su respuesta.
Aguas de lentos hombros nos empujan.
Todos los mares callan,
detienen sus mareas.
Yacemos indefensos,
isla que late entre lo inmóvil,
vértigos en que flota
la angustia de dos sangres
que buscan sus orígenes.

Todas las formas que derriba el sueño
o deshace la tierra,
llegan, por nuestra sangre, hasta la suya.

III

Lates entre la sombra,
blanca y desnuda: río.
Canta tu corazón, alza tus pechos,
y arrastra entre sus aguas
horas, memorias, días,
despojos de ti misma.
Entre riberas impalpables huyes,
mojando las arenas del silencio.

¿Adónde va ese son?,
¿qué muros besan esas aguas?,
¿dónde mueren o callan,
y en qué silencio vierten su rumor?

Blanca y desnuda me rodeas.
Agua blanca y desnuda
bajo mi cuerpo oscuro, roca,
cantil que muerde y besa un agua honda,
hecha de espuma y sed.

Pero callas, dormida,
y en el silencio desembocas.
Yaces inmóvil, quieta,
paralizado río,
desnudez blanca y pétrea.

Sólo tu cabellera,
semejante a las yerbas
que arrastra la corriente,
oscila entre la sombra,
eléctrica, mojada por lo oscuro.

Entre riberas impalpables quedas,
blanca y desnuda, piedra.

IV

Vivimos sepultados en tus aguas desnudas,
noche, gran marejada, vapor o lengua lenta,
codicioso jadeo de inmensa bestia pura.

La tierra es infinita, curva como cadera,
henchida como pecho, como vientre preñado,
mas como tierra es tierra, reconcentrada, densa.

Sobre esta tierra viva y arada por los años,
tendido como río, como piedra dormida,
yo sueño y en mí sueña mi polvo acumulado.

Y con mi sueño crece la silenciosa espiga,
es soledad de estrella su soledad de fruto,
dentro de mí se enciende y alza su maravilla.

Duele, atroz dulzura, ciego cuerpo nocturno
a mi sangre arrancado, dueles, dolida rama,
caída entre las formas, en la entraña del mundo.

Dueles, recién parida, luz tan en flor mojada;
¿qué semillas, qué sueños, qué inocencias te laten,
dentro de ti me sueñan, viva noche del alma?

El sueño de la muerte te sueña por mi carne,
mas en tu carne sueña mi carne su retorno,
que el sueño es una entraña para el alma que nace.

Sobre cenizas duermo, sobre la piel del globo;
en mi costado lates y tu latir me anega:
las aguas desatadas del bautismo remoto
mi sueño mojan, nombran y corren por mis venas.



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Dikt Noche de resurrecciones - Octavio Paz