Dikt A héctor maldonado
I
Deambulas por las sendas infinitas
Y retornas a ti cuando cansado
Del inútil bregar haces a un lado
La razón del presente donde habitas.
Haces sitio en tu voz para el recado
De esa verdad que yace en las preguntas
Y olvidas que las páginas difuntas
Viven de cada instante marginado.
Por ese desenfado de tus versos,
Por la forma sutil en que dispersos
Saben acomodarse a la tristeza…
Te perdono el desdén hacia ti mismo,
Tu inocente y recóndito egoismo,
Tu costumbre de andar por la pereza.
II
Tu costumbre de ser el ángel triste
Que desprende recuerdos de la aurora
Para salvar un tiempo que a deshora
De toda la amargura se desviste.
Escalas un motivo más profundo
Que la frágil presencia cotidiana
De esa luz que se asoma a tu ventana;
Mensajera de un sol meditabundo.
Eres de mar, de isla alucinada,
Del pedazo más firme de la nada,
De la verdad al filo de la suerte.
Por la illusion que crece en cada espiga,
De la mano de Dios tu bondad siga
Creciendo en libertad sobre la muerte.