Dikt A esa voz
A esa voz que atravesó un océano
Y dejó su semilla entre mis manos muertas.
A esa voz valiente
Que alguna vez consintió entreverarse con la mía
En un duelo que devino acercamiento.
A esa voz fatigada
Cuya suave melodía descongeló mi pecho,
Cuyo plácido aliento fue anudándome
A la cadencia redentora de su música.
A esa voz sincera
Que no sembró el camino de rosas y amapolas.
Que me enseñó el secreto de las piedras
Y el latido insondable de los milenarios riscos.
A esa voz lánguida
Que burló la vigilancia de las fuerzas oscuras,
Que pasó controles y barreras,
Que se amarró a un pequeño rayo de esperanza
Y traspasó los candados de la cripta
Donde yacía mi alma condenada.
A esa voz que quiso hacerse verso
Y destronar para siempre a las tinieblas.
A esa voz que con el ala herida
Voló hasta mis moradas pronunciando
Versos como caricias, versos tristes,
Melancólicas y tenues explosiones
De un corazón que supo del martirio.
A esa voz que incendió las rejas de mi encierro
Con un suave tañido enamorado
Derritiendo cadenas, aboliendo decretos,
Clavándose en mi corazón como un suspiro
Y haciéndolo habitable con su magia.
A esa voz que se prendió en mis días,
A esa voz arrebato que me nombra,
A esa cuyo recuerdo me conforta
En las tardes de gris melancolía.
A esa voz se ató esta noche mi destino;
De su huella mis pasos peregrinos
Hicieron una senda ignota y excitante,
Un reguero de místicos placeres,
Un misterio que añoro descifrar.
A esa voz mi cuerpo se somete
Esclavo de su dulce resonancia,
Devoto amante de su aura melodiosa,
Enamorado apóstol de su risa,
Heraldo de su tierna persistencia.
A esa voz se ató esta noche mi destino.
A esa voz hoy mi amor se ha encadenado
Y en su regazo viven mis anhelos
La pasión de la vida y de los siglos.