Dikt Héctor lavoe
Para Ricardo Peña y Villa quien me contó la historia
En un oscuro cuarto de Nueva York
Sus conciertos son apenas la voz del viento: nada.
Los hombres de su banda lo han abandonado
Mujeres de risa como espuma lo olvidaron
– nada hay más triste y desolado que un artista en la miseria –
En las paredes los posters de conciertos aun exhiben
Las babas bellas de alabanza
Otorgadas en Puerto Rico, Nueva York, Madrid, París, Londres, Cali,
Estocolmo, y Tokio
Le pide al visitante un Marlboloro ligth, último testigo de su paso
Efímero y sucio por el pozo de la fama
Viejas memorias, retazos de su música parecen salir
Como flores de humo de su boca.
Blancos puñales, cuchillos blancos del polvo mágico
De indios suramericanos lo han poseído como un ritual de magia
Y lo suben a las alturas del olvido,
Remanso de tranquilidad
Sudores de glorias pasadas:
Música
Ruido
Aplausos
Mujeres
Exceso de sexo y droga
Viajes,
Risas
La risa de su hijo muerto se extingue
En los esteros de su memoria, calabozo de sangre,
Donde ya no ve sus ojos
Reflejos de su misma carne.
Héctor Lavoe está solo,
Mientras
El concierto en el Madison repite sus Canciones
Mientras bailan, y mujeres transpiran,
Danzan bajo la luna plástica de Nueva York y bajo el fuego de su música
Que tentó los hilos secretos del corazón.
Héctor Lavoe, apura el viejo rito de ritmos blancos
Escarba su último suspiro de un nevado
De flores de escarcha y líneas ebrias
Refiere la indiferencia de Nueva York
Se pasea en bellas limosinas
En las gafas oscuras de guardaespaldas y estrellitas de cine
En los ojos de turistas que merodean
Por vitrinas y
En los ojos ciegos de vidrios polarizados
De los edificios de la quinta avenida
Héctor Lavoe ha regresado a lo que fue: nadie en suelo extranjero.
Corrió con la mala suerte de morirse en otra ciudad
Ahora en las extintas paredes de su alma
Se repite
Dónde quedaron las bellas mujeres
Los conciertos infestados de risas
Las noches de sudores
Y el dinero que se deslizó en sus manos como el agua pura.