Dikt Papiro escrito a orillas del mar de galilea
Yo no escribo para complacer a los hombres de la tierra
Mi propósito en la vida
Consiste en escanciar
La ruta de los otros
Y hacer menos difícil el camino
En el vasto principado de las sombras.
Yo no vine a este planeta
A complacer a los hombres de los cielos
Mi reino no es de este mundo
Ni del otro tampoco:
La tierra a la Terra
La ceniza a la ceniza
Y el espíritu a la luz,
Esa es la trilogía más perfecta.
Como una lámpara rapsódica de conocimientos
Sé cosas tan pequeñas
Como la resurrección de los muertos,
El libre albedrío
de multiplicar panes y peces;
cosas tan complejas
como lavar los pies a mis amigos,
quitar la lepra, sanar enfermos;
y lo que es peor para escribas y saduceos
contemplar por horas,
la belleza sugerente de los astros.
Yo no vine a estas estrellas
A complacer a los hombres del infierno.
Nada me conmueve tanto
Como el hombre por el hombre,
La quietud de los mercaderes de Sajonia,
El tenue batir de pescadores,
Sus redes oceánicas
Sobre las vastas cavilaciones del mar de Galilea.
Nada me consuela tanto
Como la absoluta belleza:
El ronroneo de la noche,
El canto de los ríos,
La polifonía de la lluvia
Bajo el rumor soterrado de las piedras.
Yo no escribo para complacer a los hombres de la tierra,
– Y no creo que todo esté perdido-:
Aún escucho la oración de las cebollas
Y sé que el universo es joven todavía;
Escucho el pájaro del aire
Que golpea con su música delgada
Los techos de Getsemaní y Jericó,
Y sé que su voz traerá buenas nuevas para el alma.
Haré de este lugar
Un paraíso para todos,
Construiré para mis hijos
Un mundo que esté vigente
En los planos absolutos de la nada,
Un reino que exista para todos
Y que ofrezca a sus viandantes
Un tibio leño donde reposar
La perennidad de las hogueras,
La música infinita de la muerte,
Los sortilegios fantásticos de la vida.