Dikt Ardor de san salvador
Abro mis puertas y ya el oloeaje de las callles
Baña con su espuma negra mis famélicas raíces.
Y de nuevo sentimos la tentación de abandonarnos
Y abusar del adjetivo al nombrarte.
Pero tu rostro duele, arde; y el dolor es poesía, y ello fecunda.
Retrataré tus vísceras con mi sangre, tus fauces engullirán mi voz
Y la saliva centelleante de tus pozos será mi altar.
Empezaré por decirte mal y maldecirte
Con todo el amor de hijo hechado a perder, de nieto
Del fuego primero. Te diré, por ejemplo, eres pétalo
Pero hay un hedor que permanece; maquillada mas con cicatrices,
Voluptuosa hasta lo grotesco; perfumada, pero, en fín, cancerosa.
Hay calles que sólo la locura comprende: sus paredes de polvo mojado,
Sus casas desvencijadas de mujeres tristemente desnudas, sus salones
Oscuros donde una rockola se queja del amor, sus etílicos sueños,
Sus gritos, sus cuchillos que pacientes nos esperan, sus miradas de paranoia
En las que no somos bienvendidos y todo el surrealismo
De sus pinturas de mármol de sangre de veneno de hermandad.
Te diré, también, que tus vestidos de gala no me convencen,
Tus cadenas de tiendas donde se venden imposibles, los caracoles del comercio
Y las plazas de circo donde las miradas desfilan.
Hay calles que sólo la noche devela: sus luces de neón,
Sus nombre parpadeantes, sus fosforescencias, los idilios entre el hombre
Y la máquina, la pureza de las piedras, las iglesias del ruido,
La bruma del delirio, la sed de infinito y las alas de otro sueño que se niega a despertar.
Ciudad, secreto de estado, proxeneta de los locos,
Canasto de los mercados, sacerdotisa de la muerte, casa de los nómadas,
Partera de los invisibles, manantial del anticristo, drenaje del mundo.
Ciudad, secreto de estado. Aquí mis pasos en tu niebla, en tu sol.
Aquí mis pasos, mar gris, sobre la danza eterna de los días