Dikt El hombre fatuo que se siente sabio
El hombre piensa que es inteligente
Porque puede escribir con giros bellos,
Aunque ignora la fuente de sus frases
Que provee su mente enajenada.
También lo cree porque recuerda todo
Lo que escribió cuando despierto estaba,
O que al menos ideó durante momentos
En que mantuvo párpados abiertos.
Y aunque nada recuerda de sus sueños
Ni de aquello que lee y que otras manos
Pergeñaron con letras rimbombantes,
La convicción del hombre es que es un sabio.
Su salvajismo innato lo desprende
De su espíritu eterno y olvidado
Apenas al captar el alfabeto
Como si fuera convertirse en bardo.
Su espíritu que poco ha levantado
En su ascendente caminar sin pausas,
Lo hace un ente de brújula perdida
Imantada hacia un norte inexistente.
Vaga el humano, topo del desierto,
Y en negros laberintos que perfora
Desvía el rumbo en cada ciclo andado
Olvidando objetivo y experiencia.
No acierta a conservar la trayectoria
Culpando a su pasión arrebatada
De alcanzar las distancias infinitas
Por una ruta oculta a sus intentos.
Con prontitud atemporal lo alejan,
Por su ateísmo infiel mal enraizado,
Los fanatismos que confunden todo
Y atolondran al más iluminado,
Al permitir ser guiado por pastores
Que comercian malvados con señuelos
De falsa religión y magia negra
Que bloquea la Ley del corazón.
La que dijo Jesús sería la guía
Para todo creyente del futuro,
Anulando principios e impostores
Que enseñan las doctrinas de los hombres
Con devoción y con piedad fingidas.
La Ley del corazón está grabada
Por orden del Señor con letras de oro,
Orlada de unas alas invisibles;
Y, en otra dimensión, alterna grácil
En paralela y palpitante esfera
Con la nave lanzada a la esperanza,
Que al inconsciente se revela en sueños
Volando en el oscuro firmamento,
Mas bajo el cielo azul se desvanece
Como la niebla al calentar el sol.
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