Dikt Poema sin final
Soportemos, de nuevo, las miradas lascivas,
Las miradas de odio, adoración o exánimes
Y propaguemos la sed por la inmortalidad
Absurda y mentirosa.
Imaginemos estelas que seguir,
Sombras de antaño diseñando la perfección
De un instante sin muerte.
Soñemos con un mar que, en su vaivén,
Imite los gestos confusos del amor,
Glorificándolos.
Hay una perfección distinta para cada cuerpo,
Pero no hay perfección: sólo limitaciones
Que modelan una esencia
Siempre, así, distinta.
Hablemos del instante
En que se desvanece la esperanza
De encontrar en los hombres
La clave del enigma.
He llegado a pensar que algunos hombres
Carecen de espíritu,
Se devanean en hilos fabricados por fantasmas
Y absortos se contemplan, a sí mismos,
En su seguridad.
Hay nombres indestructibles: nombres que hieden,
Mas conservan, también, su primitivo olor.
Estrechémonos, amada, y contemplemos,
Sorprendidos, un eclipse de luna.
Los nombres son indestructibles.
Por eso espero
Que la pasión subsista en este canto.
Quiero entregarme a ti,
Aunque este altruismo conlleve un holocausto,
Una ejecución en la que sea el reo.
Amémonos detrás de cada gesto, detrás de todo.
Todo tiene su esplendor: el esplendor de la fatuidad.
Busquemos un espíritu festivo tras el que adormecernos.
Ahí está el misterio de la pasividad,
La llave de la existencia silenciosa.
¿Adoraremos siempre lo imposible?
Todos tenemos un deseo que se niega a sí mismo.