Dikt Espejos incendiarios (i a x)
I
Amor que desazonas lo que tocas
y que al fuego le das color de olvido,
al gozo lo traduces en gemido
y la alegría en aflicción trastocas.
¿Por qué la reciedumbre de las rocas
no traduces en suave y tibio nido,
y del profundo mar enardecido
la furia entre tus brazos no sofocas?
En tus manos se siente el desgraciado
feliz y con riquezas el mendigo:
bien sé que tu poder es alto y fuerte.
Pero también que causas gran cuidado,
porque a quien se decide a andar contigo
das juntos gozo, llanto, vida y muerte.
II
Nostalgia de tus labios para oírte,
de tu cuerpo fugaz para abrazarte,
y de tu esquiva faz al no encontrarte,
y de tu raudo paso al perseguirte.
Nostalgia de tu voz al presentirte
en el labio que calla por besarte,
y en los ojos cegados por mirarte,
y en las manos sin tino por asirte.
Hoy de tu ser me queda el hueco ciego
de un amor que entre ausencias se concreta
afilando los dientes de su fuego
en la carne del alma, tierra quieta,
donde sembró su lacerante trigo,
con beso de traidor, labio enemigo
III
Ábrete paso hasta el brocal del canto,
al manantial de la inquietud primera,
al páramo sin grata primavera,
a la sima insondable del quebranto.
Sumérgete en los pozos del espanto
y cruza con valor la llama fiera
donde inició su viaje la primera
bala de vuelo hecho de sangre y llanto.
Y una vez en el fondo del sollozo,
en el centro del duro aprendizaje
de morir y vivir en rudo viaje,
comprenderás que toda risa y gozo
desemboca en las aguas del gemido
donde somos al fin polvo y olvido.
IV
Labio de joven plenitud soñada
¿Adónde abrevas tu pasión ardida?
¿En qué brazo de río calma, hundida,
tu boca su sedienta marejada?
¿En qué estero con luna reflejada
busca la noche su quietud perdida?
¿En qué pupila bebe de la vida
con avidez de tierra calcinada?
Yo que bebí tu sed de polvo herido
y tu sencilla suavidad de rosa,
párpado mudo, labio del olvido,
hoy te busco sin pausa en cada cosa
donde tu beso pueda estar perdido
como una dulce y vana mariposa.
V
Dame tu canto, sol, dame la vida
en la dulce bondad de la mañana.
Quiero, boca, tu beso de manzana
que endulce mi sonrisa florecida.
Quiero tu voz ardiendo en la encendida
claridad de la música que hermana
con el silencio su ala de campana
en ave que transita detenida.
Quiero tu beso, voz; tu canto, trino;
tu caricia sonora, labio ajeno;
tu palabra vidente y su sereno
cuerpo de inquieto y lacerante vino,
para beberlo en vaso donde fuera
sed que consume torturante espera.
VI
Voy a encontrarte, amor, por donde vengas:
si por la calle triste o el sendero,
por el vergel de mayo o por enero,
donde tu alado tránsito detengas.
Voy a buscar tu amor donde intervengas
para poner dulzura en el venero
de la amargura en la que, prisionero,
el corazón espera que al fin vengas.
Voy a besar tu boca en el estío
de ese yermo poblado por tus flores
y ese invierno entibiado por tu aliento.
Voy a tomar tus manos y en un río
de inacabables pájaros cantores
encontrará su espejo lo que siento.
VII
Voy a besarte, amor, voy a entregarte
entre mis labios toda la ternura.
Voy a dejar sobre tu boca pura
un beso que sea el sol para alumbrarte.
En la noche mi voz irá a encontrarte,
buscándote sin pausa en la negrura
y en un recodo la febril dulzura
de su palabra se pondrá a esperarte.
En esta boca insatisfecha, ausente,
donde ha sido la vida un largo viaje
desgranándose en cántico impaciente,
pondrás final, amor, a tanto oleaje
amargo que abrevó su sed urgente
dándole entre tus labios hospedaje.
VIII
Nadie escoge su amor. Yo no sabía
que me esperaba la ilusión más plena
en tu mirada cálida y serena
donde murió mi noche y nació el día.
No esperaba tu voz, ni su armonía,
que el aire con sus notas dulces llena,
ni que tanta ternura en boca ajena
con sus palabras el amor pondría.
No bastaría para agradecerte
por lo que me has brindado que te diera
hasta lo que me hace mayor falta.
Pues si no me bastara con quererte,
morir de sed ante tu boca fuera
ofrenda viva a la dicha más alta.
IX
Si te miro, te besa mi mirada;
si te escucho, tu voz besa mi oído.
Entre tú y yo los labios del sonido
se besan sin que nadie advierta nada.
No preciso palabra en la callada
heredad de tu aliento sorprendido,
que no conoce el frío ni el olvido
y que a mi lado crece enamorada.
Entre los dos el aire se estremece,
la mañana se cubre de rubores,
la luz alza sus altos resplandores
y el sol alumbra todo lo que crece;
mientras pasa el rebaño raudo y magro
sin advertir la fe de este milagro.
X
Si el labio, dulce párpado del beso,
pudo callar y ser tan elocuente
y la mirada pura tan paciente
para cortar el aire más espeso.
Si pudo estar en el silencio, preso,
el corazón de la pasión urgente
y sumergirse entero entre la gente
sin que nadie supiera de su peso.
Fue porque dentro de su cuerpo ardía
incontenible el fuego de la hoguera
de la más encendida primavera.
Y el corazón, sin pausa, esperó el día
más oportuno para dar la hermosa
ofrenda de su cuerpo vuelto rosa.