Poesía española

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Dikt Carta al tiempo

Estimado señor:
Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
Recibí su regalo. No me gusta.
Siempre y siempre lo mismo.
Cuando niña impaciente lo esperaba;
me vestía de fiesta
y salía a la calle a pregonarlo.
No sea usted tenaz.
Todavía lo veo
jugando al ajedrez con el abuelo.
Al principio eran sueltas sus visitas,
se volvieron muy pronto cotidianas
y la voz del abuelo
fue perdiendo su brillo
y usted insistía
y no respetaba la humildad
de su carácter dulce
y sus zapatos.
Después me cortejaba.
Era yo adolescente
y usted con ese rostro que no cambia.
Amigo de mi padre
para ganarme a mí.

¡Pobrecito el abuelo!
En su lecho de muerte
estaba usted presente,
esperando el final.
Un aire insospechado
flotaba entre los muebles.
Parecían más blancas las paredes.
Y había alguien más,
usted le hacía señas.

Él le cerró los ojos al buelo
y se detuvo un rato a contemplarme.

Le prohíbo que vuelva.
Cada vez que lo veo
me recorre las vértebras el frío.

No me persiga más,
se lo suplico.
Hace años que amo a otro
y ya no me interesan sus ofrendas.

¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
en la boca del sueño,
bajo el cielo indeciso del domingo?
Sabe a cuarto cerrado su saludo.

Lo he visto el otro día con los niños.
Reconocí su traje:
el mismo tweed de entonces
cuando yo era estudiante
y usted amigo de mi padre.
Su ridículo traje de entretiempo.
No vuelva, le repito.
No se detenga más en mi jardín.
Se asustarán los niños
y las hojas se caen:
las he visto.

¿De qué sirve todo esto?
Se va a reír un rato
con esa risa eterna
y seguirá saliéndome al encuentro.
Los niños,
mi rostro,
las hojas,
Todo extraviado en sus pupilas,
Ganará sin remedio.
Al comenzar mi carta lo sabía.



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Dikt Carta al tiempo - Claribel Alegría