Dikt Flor esdrújula
I
Zulay quiere un teléfono de mano,
(monstruo pequeño para la sortija)
un teléfono cándido, flor esdrújula,
por donde baje el corazón al hilo.
Por los teléfonos de mano vienen
niños decimales, botecillos en flor,
vienen muelles de mano
atados a una cuerda de guitarra.
Por los teléfonos de mano acuden
acuden astrolabios melancólicos.
Oleadas de minero con su diurno fervor
y noticias de abril con letras de geranio.
Por estos teléfonos baja la voz
a suelos agresivos, baja el cuerpo a la mano
en que se escuchan el cutis y el agua de las pinturerías,
sube la luz a acústicos espejos
en que la plata apuesta un parque contra las sirenas
y se ahogan debajo del mar los sutidores.
II
Exhorto a los teléfonos rurales
para que vayan a la rebeldía
Alcen al alboaire
el trono de sus cejas los teléfonos rurales!
Caigan desde su fiel,
desnivelados, los teléfonos rurales!
Ecuánimes teléfonos en cuya pulsación de celuloide
un juececillo de papel
juzga desde su cuello a las palomas
y desde su iracundo código a las aguas.
Caigan desde la curva de su traje
los déspotas azules de los teléfonos rurales.
Invadan las metrópolis con sus nevadas costumbres
los teléfonos de mano,
para hablar desde aquí, desde la flor al álamo,
del álamo a la esquina buscada por el aire;
ahora que estamos en diciembre con océanos
y mil cosas terrestres de juguete,
y va detrás de sí mi corazón jadeando
con los perros, las abejas y los hombres.
Invadan las metrópolis con sus nevadas costumbres
los teléfonos de mano!
Porque cambian los tiempos y las personas pequeñas
de las ciudades
exigen gran eficiencia de los servicios celestes
y alta puntualidad a los cometas.
Porque Zulay, y yo, y algunos otros, queremos
teléfonos de mano para ponernos al habla con el día,
para poner al habla al leñador oculto
con el buey oloroso,
y a éste con la madera pensativa.
Un teléfono cándido,
un rumor, de bolsillo,
para subir al aire desde la zapatilla.