Dikt Navidad en el hudson
¡Esa esponja gris!
Ese marinero recién degollado.
Ese río grande.
Esa brisa de límites oscuros.
Ese filo, amor, ese filo.
Estaban los cuatro marineros luchando
con el mundo,
con el mundo de aristas que ven todos los ojos,
con el mundo que no se puede recorrer
sin caballos.
Estaban uno, cien, mil marineros,
luchando con el mundo de las agudas velocidades,
sin enterars de que el mundo
estaba solo por el cielo.
El mundo solo por el cielo solo.
Son las colinas de martillos y el triunfo
de la hierba espesa.
Son los vivísimos hormigueros y las monedas en
el fango.
El mundo solo por el cielo solo
y el aire a la salida de todas las aldeas.
Cantaba la lombriz el terror de la rueda
y el marinero degollado
cantaba el oso de agua que lo había de estrechar;
y todos cantaban aleluya,
aleluya. Cielo desierto.
Es lo mismo, ¡lo mismo!, aleluya.
He pasado toda la noche en los andamios
de los arrabales
dejándome la sangre por la escayola de los
proyectos,
ayudando a los marineros a recoger las velas
desgarradas.
Y estoy con las manos vacías en el rumor
de la desembocadura.
No importa que cada minuto
un niño nuevo agite sus ramitos de venas,
ni que el parto de la víbora, desatado bajo
las ramas,
calme la sed de sangre de los que miran el
desnudo.
Lo que importa es esto: hueco. Mundo solo.
Desembocadura.
Alba no. Fábula inerte.
Sólo esto: Desembocadura.
¡Oh esponja mía gris!
¡Oh cuello mío recién degollado!
¡Oh río grande mío!
¡Oh brisa mía de límites que no son míos!
¡Oh filo de mi amor, oh hiriente filo!
New York, 27 de diciembre de 1929.