Dikt Don pedro de villarrica
1
Don Pedro está sentado, muy tranquilo,
Frente a su casa, en su sillón de mimbre.
Tiene cincuenta años, nariz roja,
Escaso el pelo y los ojillos grises.
La boca, grande, nunca se le cierra
Porque la tiene siempre hecha sonrisa:
Amplia sonrisa con destellos de oro.
Don Pedro está contento con la vida.
Este domingo tibio, de noviembre,
Se ha tomado unos mates, ha charlado
Con sus perros, sus gatos y sus loros
Y está gozando ahora el espectáculo
De la calle. ¡Qué linda va Teresa
A la misa de nueve con su tía!
Teresita es su ahijada, como Lola,
Como Ofelia, Isabel, Beatriz y Silvia.
Don Pedro no se queja, aunque le duele
Que su mujer y él, ¡ellos tan luego!
Tengan que resignarse a ser padrinos
Y a amar con triste amor hijos ajenos.
-¡La bendición, padrino!- Teresita
Le pide muy modosa, con las manos
Unidas a la altura de la boca.
Él cumple con el rito de buen grado
Como un obispo en su sillón, y exclama:
-¡Qué preciosa mi ahijada va a la misa!
En latín, los acólitos y el cura,
Dirán tres veces: ¡Linda, linda, linda!
2
Pasan dos campesinos y saludan
Sacándose el sombrero con respeto.
Pasa un jinete de montado blanco
Y saluda también con el sombrero.
Pasa una crujidora, alta carreta,
Y el carretero rinde su homenaje
Con respeto aún mayor: es que Don Pedro
No sólo es poderoso, es su compadre.
Por el follaje nuevo de la ovenia
A cuya sombra está nuestro prohombre,
Rayos del sol ya ardiente van colándose.
Mueve el sillón Don Pedro a un lugar donde
El sol no le moleste. – Con lo roja
Que tengo la nariz – piensa Don Pedro –
No dejaré que el sol me haga cosquillas
Donde resulto hermoso por lo feo.
-¡Qué domingo estupendo! Treinta años
Pronto se cumplirán desde que vine,
Edifiqué mi casa, abrí el negocio
Y me casé. Los años más felices
Son los aquí vividos – continúa –
-Y si no tengo hijos tengo ahijados.
Mi mujer no es gran cosa en cuanto a físico.
Pero la quiero. Es flaca como un palo.
Pero la quiero. Pobre mujer flaca,
Si no la quiero yo quién va a quererla…
(Doña Isabel, en ese mismo instante
Aparece en el marco de la puerta).
-¿Quieres, amor, un mate? ¡Lindo día!
-Lo lindo es la mujer que trae el mate
Y con el mate la mejor figura –
Contesta él, quién sabe si galante
Por costumbre, o acaso convencido
De que flaca, Isabel, y con achaques,
Dientes postizos y cabello escaso,
Con toda su flacura tiene ángel.
Don Pedro acepta el mate y sorbe el líquido
Verde y caliente por el tubo grueso
De la bombilla de oro, y mientras sorbe,
Le queda el rostro, unos segundos, serio:
La sonrisa feliz, por vez primera,
Al desaparecer, se le fue adentro,
Pero vuelve a salir, al fin del mate:
En ella brilla el oro de dos dientes
Y una verdosa gratitud afable…