Dikt El dueño de la parra
(A Don Manuel, el
Verdadero dueño)
Si pudieras volver, si regresaras
Con tu inclinado busto, con tu noble
Mirada y tu manera silenciosa
De andar, y, ya despierto, vuelto al mundo
Y al aire de la vida, ansiosamente
Quisieras ver tu casa, tu familia,
La parra de tu patio, los amigos
De la ciudad que vio crecer tus hijos…
Y entonces comprendieras que en tres décadas
Transcurrieron tres siglos: que tu casa
Pasó a manos ajenas; que tu esposa
Yace en otra ciudad bajo la tierra;
Que tu hijo mayor es un anciano
Desmemoriado y débil, más anciano
Que tú cuando gozabas contemplando
Su avance victorioso por la vida;
Que tu parra famosa, que a tus patios
Daba una larga sombra de cien metros,
Sombra con su opulencia de racimos
Reventones de miel cada verano;
Que tu parra, tu orgullo, es un recuerdo
Que sólo hoy vive en tu cabeza muerta;
Que tus amigos – todos – los que antaño
En la esquina rosada de tu casa
Se reunían sin falta a hablar del tiempo,
De las buenas cosechas y las malas;
Que tus amigos, todos, bajo tierra,
En cenizosos ataúdes yacen:
Entonces, yo a tu lado acudiría,
Te pondría una mano sobre el hombro,
Y te diría solamente: – Vamos.
Tú y yo tenemos juntos un secreto:
Todo ese mundo tuyo que hoy no existe.
Al no reconocerme porque tengo
Marchito el rostro y los cabellos grises,
Con voz muy baja te preguntaría:
-¿No recuerdas que tú me diste un día
Toda tu parra y todos sus racimos?
Ella, en mis sueños, sigue siendo mía…