Poesía española

Poemas en español


Dikt Crónica del forastero (viii)

Mi mano pasa a través del espejo de la tarde
para hallar al adolescente
que iba a la capilla de madera anclada frente a la plaza,
bajo el rosario de la lluvia repasado por todas las estaciones.
Es la hora en que hasta las casas se arrodillan.
Las moscas se refugian de los primeros fríos en los
salones abiertos sólo para las fiestas.

Las campanas anuncian la Novena y la llegada del tren.
Los gatos pretenden atrapar la luna nueva en los tejados.
A la entrada del pueblo unos niños vacilan
con el peso de brazadas de leña.
El dueño de la Panadería no atiende a sus clientes
para jugar ajedrez.
Titubean las luces de los almacenes como los pasos de los maestros ebrios.

Me asomo a los ventanales del profundo atardecer.
Un último volantín se despide del viento.
Pasa rengueando un Ford T.
Los campesinos desatan de las varas a sus caballos
para el viaje de vuelta con las provisiones de la semana.

Caminamos sobre los rieles del desvío al Aserradero.
A la salida de la iglesia
nos sumergimos en el río de la noche.
Yo no temía al infierno profetizado por el cura;
el cielo estaría siempre en el rostro de una muchacha.
Noche abajo se iban candelillas y trenes y campanas.
Ella tuvo un gesto infantil al saltar hasta el mundo
del luche semiborrado.
Los ciruelos cerraban sus ojos ingenuos.
Se oía sólo el rumor de las norias en las huertas.
Ella debía volver pronto a su casa.
Yo esperaba verla
cuando a la luz de una linterna cerraba los postigos.
Después entraría en los sueños como la noche, las
candelillas y las campanas.

Y un día partiría para siempre
en el tren lleno de colegialas que regresan a los internados.
Otra mano va ahora a cerrar esos postigos.
Quedaré solo por primera vez en mi vida.



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Dikt Crónica del forastero (viii) - Jorge Teillier