Dikt Del libro material de derribo
LA PÒIESIS DE HÖLDERLIN Y LOS BOLEROS DE MACHIN.
«Pasearé por el orden
De verdes cipreses inmóviles
Sobre la mar en calma.»
Salvador Espriu.
Pedían soluciones y ofrecimos caminos,
Abandonamos y muchos nos siguieron,
Y un día descubrimos que detrás de cada mal uso
Hay una beneficencia.
Lentamente nos desplazamos
De la vigilia al desencanto, sin casi mutilarnos,
Tratando de borrar los largos espacios
Temporales, anónimos casi siempre.
Volvimos al meandro pidiendo
Maneras de reintegrarnos al universo,
A la nostalgia y al poniente
Que enrojecía el pórtico de nuestras noches.
Descubrimos la prohibición, la complicidad,
La licencia, las perversiones, y en el riesgo,
Nunca supimos si éramos
Un eslabón necesario o un accidente,
Tampoco qué llegaríamos a ser si al amanecer
Solo fuésemos la suma de tantos.
Asumimos el riesgo de ser, a veces, ignorados,
Pero siempre desestimados,
Y fue que, rodeados por el rumor,
Se dispersaron los conflictos y la memoria.
Construimos una residencia articulada
Con el nombre común de cada cosa.
Desde entonces, lo sabes, te plagio
Y solo puedo escribir de nuestro encuentro.
HACE TIEMPO QUE TE ESPERABA… – DIJO MARLOWE.
«Levantó los ojos hacia las estrellas y las estrellas
Admiradas por tanta belleza perdieron pie
Y rodaron por sus mejillas donde con envidia
Las he visto oscurecerse».
Ben Al-Labbana.
Tan liviana como imprescindible,
Ni cerca ni lejos, ni mar ni cielo,
Mujer de mil deseos, aún dormida,
Contrafuego del sexo blanco,
Llegas desde el placer de la palabra,
Como la sal mineral sobre el fuego,
Huyendo hacia mis brazos,
Como el alba en la noche, disuelta y cautiva,
Como el beso de la joven madre viuda.
Perdidos los horizontes,
Te acomodaste sobre mi tiempo y en mi espacio,
Serenaste los espejos, encendiste las vueltas
Y al conjuro de tu sonrisa, religiosa y pagana,
Abrimos el insomnio de las rosas negras,
Me tomaste y quebraste la queja del viento,
Huésped del gozo cansado de los sueños.
Un sortilegio del presagio fuiste.
Olvidado de tu piel, aturdidos tus tempranos
Quiebros, me desplacé discreto
Como la arena disuelta y cautiva,
Enamorado del origen de tu vientre,
De tu largo mirar café,
De tus alargados deseos adolescentes.
Y aún reclamo la indulgencia de tus pechos,
Tus aturdidos amaneceres,
La blanca constelación huidiza
Del perfil de tus ojos fronterizos,
El gozo de tu sometida carne,
Hasta tapiar los mares.
Y te espero, desnuda y sin raíces
Sobre el lecho del río de la ruina y su parpadeo,
Fraguada en los recelos y las distancias,
Oliendo a manzana verde.
Y te amo porque miro donde todos miran
Y veo lo que nadie ve.
DERIVADAS DE LA TEORIA TRIANGULAR DEL AMOR.
«No tenemos nada que decirnos, de tal modo
Estamos uno tan en el otro»
Pierre Louys.
Vengo del mar, allí todavía nos une
Su envoltura, y el empuje de sus olas
Me recuerda el tacto de tus pechos.
Pero no de un mar, no… hablo de nuestro mar,
Del único, en el que tantos dioses
Han sido vulnerados por el tiempo
Y miles de naufragios de soles reposan
En brazos de la luna,
Como suspiros azules perdidos
En los senderos de la vida.
Qué quieres…¡ me seduce la quiebra del mar
En tus ojos, inquietos como la vida,
Profundos, como un largo desaliento.
Eres solo fruto, sirena amarilla, rojo delfín,
Mujer sagrario, pero me puede la frescura
De tu vientre y el rango de tu sueño.
Acepto compartir tus muslos con los astros,
Arriar pasiones, y aunque sé que llegas
Como la turbación de la brújula celosa,
No puedo renunciar a ser hijo del sol,
De la nube blanca, de la siembra,
Del sudor, del agua, del deseo y la osadía.
Contigo somos la metáfora del absoluto,
El espacio del disturbio,
Y me importa, no el rayo silente,
Sino tú cuando lo miras.
EL DESVÁN DE HERÁCLITO Y LOS CUATRO ELEMENTOS.
«Los cuatro elementos primarios
Dan forma a mi existir:
Un cuerpo sometido al tiempo,
Siempre ansioso de ti.»
Luis Cernuda.
Azul cobalto y verde olivo,
Nacidos del fuego de tus manos,
De la maldición de ausencias,
Del mar que nos une,
Del placer del dolor consentido, velos cíngaros,
Noches morunas, ánforas, caracolas
Y el solano por venir que persiste
Como tierra apremiante, diversa, testimonial.
Mujer excesiva. Mágicos tus ojos,
Espejos del eclipse de tus carnes solícitas
De rebelde lujuria, me guían certeros
Hasta el apátrida reverso y al trasluz
Se deslizan, se pierden inauditos
En la parquedad de tu vello,
En la beligerancia de tu vestido.
Arco lunar me recuerdas,
Pero adolescente y moreno de dolor.
Tus manos sujetan mis mejillas
Y me elevan hasta tu boca,
Pero tu voz me devuelve a tu pubis y tu aroma
Al seno de la tribu, a las noches revueltas
Por la estrella y el amaranto de los tiempos.
Alfarera de sueños y esperanzas,
De pupilas asombradas, siempre emergentes,
Orilla de los faros del desorden nocturno.
Azul cobalto y verde olivo, colores que nos llevan,
Fugitivos, a la frontera de tu talle sereno,
Mientras la orfebrería de tu blusa,
Hace carnal el poema
Y convierte en comunión la proximidad.
Me pierdo, sí, me pierdo, a mi pesar,
En tu recuerdo y su futuro,
Amagando señales de que sigo vivo
Desde hace tiempo,
En el desorden sorprendido.
EL VÉRTIGO DE LA PALOMA Y LA SIBILA DEL RHIN.
«¿No están ustedes muertos?».
Juan Rulfo.
Como la profecía que te construyes
Y el orgasmo asociado,
Como el vértigo de la paloma
Delante de la futura distancia, así
Suenan tus voces, compartiendo la cercanía del mito,
La gallardía que preserva su juventud.
Un dolor de mujer urgente y unas tierras conformadas,
Crearon el espacio donde se amontonan las lunas,
Las caricias perturbadas.
Abdicaste de tu frondosa belleza,
Temerosa del beso anónimo,
Y no supiste encontrar el instante
En el que tu amor era necesario y justo.
Fuiste, a lo sumo, objeto en el discurso papal,
Nunca hembra, y todavía hoy,
Los dilemas se resisten irresueltos,
Como rescoldos, sin apenas acceso al desconsuelo
De la sequía del vientre mutilado.
Seca quedó tu copa, sin vino ni esperanza,
Y te derramaste generosa, suspendido el dolor.
Como tantas flores pergeñadas en el barro,
Fuiste fugitiva del espasmo,
Cabalgaste los torbellinos del inconsciente,
Las pasiones obscenas del hábito,
Mítica como el amanecer de la rosa de Jericó,
Fresca, silenciosa y antigua.
Amoral por exceso, fuiste un síntoma
De la brutal razón del indiscutido,
El árbol seco que aguanta la parra
Del incesto deseado.
MOTETES DEL AMOR PERDIDO.
«Pero los jóvenes
Que guardaron el recuerdo de la infancia
No se sienten extraños en la casa»
Friedrich Hölderlin.
Los días que perdimos
Hay noches que toman rumbo,
Revuelven la memoria y se ahogan,
De tantos pendientes como diluvian.
Hubo tientos, ritos y cerrojos; lágrimas.
Aun hoy suenan cánticos
Que invitan a dormir sobre el olvido,
Ahítos de caña, vino, azahar y olivo.
Siguen las tardes de zozobra estéril,
Se nos turban los paisajes,
Las manos se mecen sagaces entre la duda,
Y pervive la opción de encontrar
Los días que vivimos,
El magisterio de la imagen,
Las prácticas veladas.
Disolvimos los conflictos
Y cercenamos el fluir del infinito ciclo
De recibir y dar, origen del deseo,
Estancia del amor, resumen de la pena.
Ríos ocultos, sugeridos hijos,
Indiferentes, menguan desde nuestra historia,
Como el beso que oscila entre el fragmento y el caudal.
LAS BOLAS CHINAS DE MADAME BOVARY.
«Hacíamos el amor como dos místicos que se juntan para tocar sonatas».
Julio Cortazar.
Como si imprescindible fuera la exaltación
Del recogimiento, junto a la vuelta del arresto
Y el magisterio de tu imagen, así tu gesto simuló
Y ordenaba, hasta hundirnos en el concierto.
Los deseos ocultos de tus pechos, deseantes
Y marginales, esparcieron tu mirada
Sobre la inmensidad y los retoños.
Nada fue tan banal como tu efervescencia,
Y el repliegue de tus mejillas pegadas a mi pecho,
Buscabas y encontraste un niño cruel, limpio,
Enamorado, y aún, saciado y desnudo, me pregunto
Qué pájaros me llamaron, por qué tu guiño
Fue tan generoso y mi testigo tan fugaz
Como el parco patriarca de todas las pasiones
Sin contornos, como el aliento del gesto
Distendido sobre una cama inverosímil.
Y fue que, de tanto vivir la muerte, volvimos
Al tumulto, a la cópula de la mentira y el amor.
Tú que adoraste a dios para dar vida al diablo,
Incapaz de llegar, tu que trivializaste el camino,
¿cómo sabrás de mí con caricias ajenas?.
O puede que buscabas al minotauro
Tirando piedras contra el infierno.
Desde entonces, sobrevivo en tu recuerdo
Y adiestro mi libertad y sus excesos.
HUIS CLOS, ESENIN, HUIS CLOS…
«Seres son que se lleva el viento».
François Villon.
Soy el hombre,
El hombre que aprieta el gatillo y mata la emoción
Para vivir mejor».
Joyce Mansout.
Quisiste, impunemente, llegar a la verdad
Y se precipitó la historia.
Pero llegará con el calor, el vino, la cuchara
Y una mirada limpia.
De momento, todavía hoy,
Una canción rosa es obscena, impúdica,
Y el desnudo manto de los pecados
Cubre el perfecto suspiro del beso
Rituales de anónimos futuros niegan el pasado
Y embridan el vendaval del grito y el hambre,
Del vigía sobre cielo rojo y las tierras negras.
En el alero de las turbaciones de tu verso
Quedó el símbolo, tu sonrisa,
La palabra, todo lo que era real,
El futuro que redimirá el pasado,
Enhebrando la osadía de robarle,
A cada noche, un nuevo día.
Con la muerte de la risa y el olvido,
Quisiste ser el límite de la turbulencia,
Y aunque tantos fueron un único fuego,
Cada cual ardió a su manera.
De tan tierno y rojo, fuiste disperso y sucesivo,
Hasta romper las normas,
Pero todavía hoy, las olas nos devuelven
Los rumores de tu ida.
Vándalos de la vida, sigues siendo
Un interlocutor inevitable, Esenin,
Y aunque muerto el futuro, nos queda la experiencia.
Puede que un día nos digas
De cuánta muerte está hecha la vida,
De cuánto odio el amor.