Dikt Preludio al treno por la tumba de celestino landa
Desde una casa vecina al Cementerio Mayor,
Miraste de soslayo una luz cenicienta colarse entre
La hierba de cualquier tumba infame,
Ciertos pájaros cómplices del silencio
-del olvido que dibuja su huella, casi reflejo de cruces
En el muro-,
Cualquier animal como cualquier mitología,
La noche y su duelo infinito,
El Mal – viento sagrado – que a veces se aparece
A prolongar la vigilia,
Y tu futuro reducido a escombros bajo tierra.
Entonces el insomnio, que sabe escudriñar los más
Laberínticos secretos,
Llevó hasta el barandal de aquella casa,
En medio de escalofríos parecidos al tacto de serpientes
Sobre la piel del miedo:
Imágenes y objetos del pasado,
Leyendas de familia,
El odio alacrán rojo hacia el corazón difunto de un asesino
Jos é Landa poema s 12
Cuyo rostro desconoces,
Y otras memorias ajenas a tu presente – pertenencias
Del imperio de los años.
Muy pocos, imaginabas, eran tus muertos, demasiados
Tus vivos.
Pero aquellos fantasmas que de pronto inundaron
Tus pasillos sanguíneos
Al contemplar, ya de frente, ese paisaje digno
Del más sacrosanto olvido,
Rozar tu espalda con su osamenta.
Jamás empuñaste una espada y casi te siega la luz
De su metal,
Nunca tus índices dibujaron sudores en la delgadez
De los gatillos
Y la ceniza de otros días formó esferas de pólvora,
Era mentira que hayas muerto en la madrugada
De otra muerte
Y pese a todo, era verdad que el frío limpiaba el verdín
De tus escudos,
La llovizna de abril recorría en su caída tus deseos
De huir hacia otra noche,
Lejos del territorio donde entonces temías que fueran
Ciertos tus temores.
Y ante el anonimato de aquella cruz – posiblemente
Legendaria –
En el Cementerio Mayor de cierta calle, sentiste,
Acaso sin saberlo,
Jos é Landa poema s 13
El aliento de un hombre asesinado a principios de siglo
En cualquier cruce de caminos benditos por el diablo,
El aliento de aquel, cuyo apellido, verdinece las letras
De tu nombre.