Dikt Eclipse
La sinceridad del poema
Sólo es comparable a la del deseo.
Una palabra prolonga la noche
Y sus arpegios tejen
Singular artificio: el asombro
De los hados ocultos tras el velo más íntimo.
Los soles han cesado.
¿Quién articula los silencios?
Vaga la medianoche
Por sus galerías de piedra,
Nos hurta las huellas del astro
Olvidado; memoria
Rastrea memoria en las cenizas del alba,
Nos concede el martirio
De los nombres. Vuelve la faz
Del océano a nuestras gargantas,
Oreando sus grutas impalpables,
Renace la mansión deshabitada
Por nuestras vírgenes afirmaciones,
Solemnes, con la gracia de la muerte,
Y se quiebran las alas
Del pájaro, en el espacio frágil,
Entreabierto y sucesivo, cálido
Reflejo de la luz sin cuerpo,
Del cuerpo exánime, de la vida
Sobre la estéril arena, ardid de la música
Por entre los huecos del instrumento de hueso.
¿Cómo medir el asombro?
Vino la noche,
Mediodía de salones y esferas,
De agujas ciegas y astros en declive.
El conocimiento es un sorteo de los sentidos,
Un ombligo de piedra,
Acopio de los cuerpos en la fronda: un filo
De sangre,
El líquido fragor de las hespérides,
La insultante traducción de las voces,
Una luz interminable y también su sombra:
¡Soledad! La muerte de todas las estrategias.
No es hora de recapitulaciones.
Un largo beso nos contuvo
Entrelazados. Las distancias
Las engendró un largo adiós:
El embeleso geométrico
Y el embeleso geográfico
— bríos quebrados que el amor concierta —
No son la misma cosa.
Nada es la misma cosa.
Ni siquiera ella misma.
La sombra es metáfora de la luz,
La tierra sembró sus volcanes
Y nuestra voluntad pujó contra el destino,
Subasta de cisnes, oscuro
Dominio de sudor y huesos.
Nada es la misma cosa
Aunque todo aparezca igual.
Amanecieron noches entre ambos,
Oscuridades impregnadas de silencio
Y acaso de olvido.
Yo dije:
Me afirmaré
Me negaré
En tu nombre.
Mas no fue posible. La realidad
Es hija de la voz, y a veces
También sus arpegios nos mienten.
Hablemos, pues,
De cómo cesaron los soles,
De cómo llegó el eclipse
Y nos entregó al dulce olvido.
Hablemos
De cómo sobre la propia ceniza,
Con silenciosa,
Sensible transparencia,
Nuestra triste figura,
–deslavazada,
Mas siempre regia en su intención–
Brilla en la oscuridad
Y en el silencio.