Dikt Un poema de amor
No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
Sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
¿Acaso un poco menos: noventa y nueve años?
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma
Un tiempo enorme, enorme, enorme.
Al fin, como una rosa súbita,
Repentina campánula temblando,
La noticia.
Saber de pronto
Que iba a verla otra vez, que la tendría
Cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Que explosión contenida!
¡Que trueno sordo
Rodándome en las venas,
Estallando allá arriba
Bajo mi sangre, en una
Nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo enseguida? ¿Y la manera
De saludarnos, de manera
Que nadie comprendiera
Que esa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
Un apretón conspirativo, una mirada,
Un palpitar del corazón
Gritando, aullando con silenciosa voz.
Después
(ya lo sabéis desde los quince años)
Ese aletear de las palabras presas,
Palabras de ojos bajos,
Penitenciales
Entre testigos enemigos.
Todavía
Un amor de «lo amo»
De «usted», de «bien quisiera,
Pero es imposible»… De «no podemos,
No, pienselo usted mejor»…
Es un amor así,
Es un amor de abismo en primavera,
Cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
Genérica,
En el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
Seguirla con los ojos,
Y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
Allá lejos, y aun seguirla
Más lejos todavía,
Hecha de noche
De mordedura, beso, insomnio,
Veneno, éxtasis, convulsión,
Suspiro, sangre, muerte…
Hecha
De esa sustancia conocida
Con que amasamos una estrella.