Dikt Crónica sobre héroes y tumbas
(Carta para Alejandra Olmos)
¿Sabéis que cuando pienso en el anillo de hierro escondido
Bajo la piedra, por la mano de un demente, me recorre el
Pelo un estremecimiento?
Conde de Lautreamont
Mentira. No todo está permitido.
Bien sabes que Iván Karamazov
Estaba equivocado. Existe.
Como tú… Como yo. Mientras existamos.
Por eso duele tu vivir, Alejandra.
La vida ciega de tu padre.
La vida errante por Europa y Asia,
Buscando su propia búsqueda
Entre laberintos y desiertos,
Los subterráneos y cavernas
Hasta llegar donde el Gran Viejo del Cielo
Y perder los ojos en el pico de los buitres.
Mentira. No está permitido. Es prohibido.
En la lucha, Malderor pagará por su crimen.
Pagarán todos los que ansían la meta.
Siempre estarán Ellos vigilantes
De nuestros pasos cautelosos y nuestros ojos
Siempre estará allí Wanda
Robándose sin querer tu amor incomprensible
Y Molinari como un dios dirá
Que es imposible amarte. Sin comprender.
También Bordenave actuará en la sombra.
Sin comprender.
Como no comprendió Marcos Molina
Aquella vez que te desnudaste en la playa
Frente a la tormenta y las olas.
Gritará como siempre su miedo cerval al sexo
Y a Dios.
Correrá desamparado por la arena y las pampas.
Entonces (no en sueños sino vívidamente)
Te internarás en el bosque
Y caminando desnuda bajo la lluvia
Desafiarás los relámpagos y gritarás que Dios no existe.
Y se apartarán los rayos de ti.
Inmune. Victoriosa. Vendrás a mí como la seda.
Con misterio. Dejándote escudriñar en el lecho
Sin que pueda hallar tu secreto ni tú lo repeles.
En la oscuridad (estoy seguro)
El clarinete y los ojos húmedos del tío Bebe
Estarán espiándonos el amor desnudo.
Gozándose en su locura de notas monocordes.
Será entonces cuando la voz de Gardel
Llegue como desde el fondo de un poso de llanto
Y tus huidas al mundo que no conozco.
Y tus silencios.
Y tus revelaciones brumosas
Mientras gustamos el vodka del loco ruso,
El Iván Petrovich de las drogas malignas
Y los conciertos de brahms.
Y de nuevo tus huidas
Y mi desesperación.
La angustia, la obsesión.
Mi amor atormentado y atónito.
Mientras Bruno lame mis heridas
Y habla de Georgina. Y comprende
Y yo sueno (o pienso) cuando dijiste
Te necesito porque somos iguales.
Y tras desaparecer entre la indecisión y las calles,
Me dejaré llevar por mis pasos
A través de Avenida de Mayo o La Plata con mi desempleo
A mi hambre.
Hasta que Tito D’Arcángelo me invite a beber
Y el fuego caiga en mi estómago
Mientras pienso dolorosamente en tus cosas.
Sí, Alejandra es como si nada.
Como encontrar a Borges sin conocerlo
Y tras charlar con él
Quedar con la impresión de no haberlo conocido.
Así eres tú. Incomprensible. Desconocida siempre.
Dime quien eres.
No tu linaje de sombra. No.
Sino tú misma. Alejandra Olmos.
Sé tú misma. Déjalos.
Olvida ya la tragedia de Quebrado Herrado.
Al fin tío Pancho y Patricio
Están muertos. Murieron fieles.
Creían en la Patria.
Tú no. Cree en ti y en mí. No me dejes,
Alejandra. Olvida para siempre a la tía Escolástica.
Olvidemos la actitud de eternidad
Que asumió desde el día que tiraron la cabeza
Del coronel Acevedo por la ventana de su casa.
Él también creía en la patria
Y lo decapitaron.
Tú no eres eso. Vámonos. Desafiémoslos.
Está mi amor. Que eso te baste.
No debemos correr sesenta leguas hasta Bolivia.
Qué nos importan los huesos del general Lavalle.
Tenemos a Chichín, a D’Arcángelo, a Bucich
Y a su camión que rompe el aire.
Deja a tu padre entre laberintos!
Déjalo que se pierda entre las alcantarillas
Y los sótanos negros de Buenos Aires.
Ellos son poderosos. Ya está todo hecho.
Iván Karamazov murió equivocado.
Y Maldoror hurga su crimen.
Norma Pugliese está ahora magdalena,
Arrepentida de las orgías sádicas con Fernando.
Tu padre ha perdido los ojos
Para pagar el pecado de haber cegado los pájaros.
Los anarquistas están liquidados.
Todo está terminado Hasta la ciega aquella de París
Que se acostaba con otros delante
De su marido paralítico.
Todo está finalizando. Todo. Sólo quedas tú.
Ven. Nadie nos verá. Ni ellos.
Quiero salvarte.
Quiero salvarte.
Hoy parto hacia la Patagonia
En el camión que rompe el aire austral.
Sólo tengo mi amor y creo más que nunca en la vida.
Debo apartarte de tu destino.
Porque esta noche llegarás a la Plaza de Concepción,
Entrarás por la puerta maldita
Y sin poder evitarlo te acostarás con él
En una unión espantosa. No debes hacerlo.
El es tu padre, Fernando Olmos. Y tampoco lo evitará.
Es su castigo por haber violado la región de tinieblas.
Después
Te espera la muerte. Morirás con tu padre, incendiados.
Quemados por vuestro mismo fuego.
Y yo quiero evitarlo.
Y yo quiero evitarlo.
Aquí está el camión con su ruta austral.
Partiremos con la Cruz del Sur en los ojos.
Debes venir, Alejandra. Burlemos el destino.
Mi amor atónito Mi vida alucinada.
Mi obsesión. Mi angustia está esperando…