Dikt Pitonisa en la quinta
Llegó un día con sus huesos viejos,
Su baraja egipcia y su tabaco.
Cuarto número siete
A la izquierda del patio de cantos rodados,
En donde los vecinos de la quinta
Ponían a secar al sol
Los trapillos de su pobreza floreciente.
Ignoraba la lectura,
Pero sabía leer el libro grueso
Que en cuatro líneas
La suerte ha escrito en la palma de la mano
Y el alfabeto de sus naipes
Que combinaba con sabia parsimonia
Para emplumar en nuestra mente la quimera.
Viajarás sin descanso,
Muchacho de ojos soñadores y ruta larga.
Veo una mujer dulce, negocios y una mansión
De veinte aposentos. Y su milagrería
Era un afrodisíaco
Que nos hacía dilapidar con anticipo
La fortuna que hallaba en su carta Mundo
O en su imaginación desmesurada
Y proclive a dorar el futuro gris de cada triste.
Desmañada para el falaz oficio de palmista
Por un sol de cobre
Penetraba con buen Humor en todos los arcanos.
Pero sucede que la muerte
Es el gran secreto que se desnuda en su momento.
Un martes se fue con su arsenal de pitonisa
Y el cuarto siete se quedó viudo,
Borrado por la lluvia el cartelito:
«Se adivina el porvenir».
Y esa mujer de dedos sarmentosos, que únicamente
Descifraba en sus barajas la bonanza,
Andará perdida por alguna región de la memoria
Tratando de hallar en el palo de copas
La alegría y en la borra del café
Los años blancos.
(de De claro a oscuro)