Dikt El otro dolor
A veces, sentado, después de la larguísima jornada, en
el largo camino, me tiento y casi te reconozco.
Dentro estás, dormida allí, madre mía, desde hace tantos años,
tendida, amorosamente sepultada, intacta en tus bordes.
Y ando, y no se me nota. Y digo, y tampoco.
Como el casco de una metralla incrustado en el ser
allí vive y, quedado, no se conoce,
así a veces tú, queda en mí, dentro de mi vivir me acompañas.
Pero muevo esta mano, y no te recuerdo.
Y pronuncio unas palabras de amor para alguien, y parece
que lo que allí dentro está no las roza cuando las exhalo.
Y sigo y camino, y padezco y me afano,
siempre yo estuche vivo, caja viva de tu dormir, que mudo
en mí llevo.
Pero a veces he sufrido y camino de prisa, y he tropezado
y rodado, y algo me duele.
Algo que llevo dentro, aquí, ¿dónde?, en tu sereno vivir
en mi alma, que blando se queja.
Oh, sí, cómo te reconozco. Aquí estás. ¿Te he dolido?
Hemos caído, hemos rodado juntos, madre mía serena,
y sólo te siento porque me dueles.
Me dueles tú como una pena que mitigase otra pena,
como una pena que al aflorar anegase.
Y tu blando dolor, como una existencia que me hiciese
bajar la cabeza hacia tu sentimiento,
se reparte por todo yo y me consuela, oh madre mía, oh
mi antigua y mi permanente, oh tú que me alcanzas.
Y el otro dolor agudo, el del camino lacerante que me aturdía,
blandamente se suaviza como si una mano lo apaciguase,
mientras todo el ser anegado de tu blanda caricia de pena
es conciencia de ti, cja suave de tim que me habitas.