Dikt Visitar a los enfermos
La abrumadora mayoría de sus sensaciones está diciendo lo suyo. 
 Y a su turno, lo suyo es ese cuerpo rígido como un icono 
 Del que fluyen y confluyen, gota a gota, aire y sangre, 
 Sangre y aire. 
 Lo suyo es el desorden de las horas, la fecha que vivimos y no vive, 
 Tensa noche de un perro guardián. 
 Cerraron la casa de los naranjos y los limoneros. 
 Frescas musgosidades revienen los dinteles. 
 ¿Veremos al Cuerpo erguirse entre los suyos, abominar 
 Del guiso de la noche, aterrorizar con insultos al cochero? 
 Las palabras que me guardo serán lo que sucede: 
 Pregunta el pobre cuerpo en cada mueca, y a cada temblor de las frazadas 
 Aferra y suelta como un profeta el báculo tribal. 
 «La mano, dame la mano…» es lo que calla y adivino, 
 Y lo que coge es el veredicto de un brazo que se niega. 
 Un florero abigarrado hiende el blancor reinante. 
 Se desentiende del ambiente un rezumarse de rosas. 
 Silencio, piden voces. 
 Nadie hable, por favor. Parece que rezara. 
 Y piensa el Cuerpo: 
 Habrá quedado sola la Casa de los Limoneros. 
 Ya oigo crujir las gruesas puertas, saltar 
 Españoletas y aldabones a la premura del hierro. 
 Silenciarán al perro a golpes de cadena, 
 Se llevarán sólo monedas en desuso, 
 Un botín de recuerdos de familia.
Aire enrarecido se respira a la hora en que el batir de la puerta 
 Ha acallado los rumores. 
 Negro de humo y aceite mezclados a la brisa del trébol invernal. 
 Se hacen blandos los muros como almohadas, 
 Y empavonado de lechosidad 
 Se aquieta el vidrio grumoso de la puerta del cancel. 
 El Cuerpo es aún alguien a quien algo sucede, aunque sólo en 
 Lontananza 
 De sus fuerzas. 
 No podría negarse a los signos salvadores. 
 El Enfermo está abrazándose a las estatuas heladas.


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