Dikt Confusión (iii)
Te sorprende esta mañana la vejez, egoísta en tu pureza,
obligado a ser y estar,
a estar de pie en el centro de tu pecho con la boca cerrada,
abierta hoy por ensueño o ansiedad.
Un hombre no hace nada si no se aniquila a sí mismo
y vuelve al aire mismo de su honda raíz,
a la raíz que su nariz defiende con jubilosa audiaca,
al origen donde el mundo es una sílaba que nadie aún
pronuncia.
Respira, respira hondo hasta sentir el hambre en la boca
del estómago.
Avanza evocando y convocando el antiguo ordenamiento,
lejos del torrente del cinismo cotidiano.
En silencio repasa el nombre de las cosas, las copas
y las frutas,
más todo aquello que nos devuelve del tiempo, su excesivo
imperio, su misterioso agravio,
el olvido que humilla la tentación de armar una obra maestra y
su rostro de espanto.
Alguien en el jardín tan medioevo, crucifica la rosa de su
razón,
otro mastica una cereza cuya sangrienta gruta dispersa la
pasión.
Lejos de los negocios y la cátedra, del banco y la religión, lejos
del mundo
y en el mundo, fiel nada más al temblor de tus manos ociosas,
miras correr los días como caballos
que el miedo enloqueciera,
mientras repites a tientas la misma letanía de quien ha visto
cara a cara la desesperación
y ganado con ello su propria salvación.
Nada somos sino la conciencia que se mantiene de pie
sobre la grata sensación que llamanos pasado.
Libertad e inocencia se alzan como vapores al alba,
Al tiempo como a los muertos le ha crecido las uñas
y la barba.
Ahora que regresas a rescartar tu pasado y cumplir
la promesa de escribir la historia de tu viaje,
sabiendo de antemano que la vida es uno mismo y uno mismo
los demás
Quien no se reconozca en el amor lo hará en la muerte,
en el amor que nos permite vernos en los otros con los ojos
de Dios