Dikt El sabio y el erudito
La vida es una ilusión
Donde hecho de carne y hueso
Es el hombre del Creador
Un muñeco sordo y ciego,
Que al querer profundizar
En verdades sin sustento,
Se hace Sabio divinal
O un mal Erudito enfermo
Metido a desentrañar
Los misterios de lo eterno.
Si articula sin parar
Palabras en catarata,
Construye un fuerte mural;
Parapeto que separa
Al Erudito del vulgo
Con verborrea malsana.
Sin final y sin preludio
Su monólogo empalaga
Cual soniquete o arrullo
De biblioteca barata.
El Sabio guarda el ritual
Del silencio hasta que surja
Una inquietud singular
Que al responder no consuma
Ni un ápice a su saber,
Dándole a quien le pregunta
Un martillo y un cincel
De modo que él mismo esculpa
Su perfil de hombre de bien
Y su verdad no absoluta.
La prudencia es el timón
Del Sabio que va por brechas,
Donde brilla el esplendor
De sus posturas modestas
Ajenas a presumir;
Y sus vivencias amenas
Comparte con voz sutil
Con quienes buscan respuestas
De mucho seso que, al fin,
Pongan luz sobre sus huellas.
El Sabio con mucho amor
Comparte sus maravillas;
Con gusto y mucha pasión
Hace flores las espinas
Y sintiéndolo un deber,
Con actitud desprendida,
Las regala a fin que den
Su perfume a quien camina
Por el sendero de fe
Que al santo espíritu anima.
Mayor diferencia no hay
Entre Sabio y Erudito,
Que el Sabio pone su afán
Mostrando amante el camino;
Y el Erudito al vaivén
Que mueve al mundano instinto,
Tiene desplantes de rey
Y creyéndose divino
Se refocila a un placer
Que lo hará un ente maldito.
Por ello en plano viril
Hay que escoger bien la calle,
Alejándonos al ir
Por los rincones infames
Donde un Erudito esté
Pontificando sus frases;
Porque nos puede envolver
En vericuetos y valles
Muy lejanos del Edén
Donde habremos de ser ángeles.