Dikt Dios en la tarde
Como cuando era niño, Dios parece
que es el sol que enrojece ahora la tapia
y que extiende su aliento hacia nosotros
y que temblamos en su vaharada.
Si pudiera poner en esta tarde
mi corazón tendido a la ventana,
y pudiera apresar ese sol último
hasta que entre mi sangre se quedara.
Plátanos que alargáis la sombra amiga,
elegida prisión de mi jornada,
patio de soledad con Dios caído,
abatido clavel, bandera arriada.
Si pudiera decirme de una vez
y no volviera a hablar, y Tú me hablaras
sólo una vez también; ¡ay, labio mudo,
beso sin acercar, fuente sin agua!
Dios vecino de mí, desconocido,
vacío que en mi culpa se amuralla;
busco en la tierra el grano y picoteo
contra la piedra y la desesperanza.
Yo tuve un día el trigo y lo conozco,
y la gota del vino rojo… Estabas
como en mi soledad estás ahora
y con mi soledad me desamparas.
Si pudiera dejar el alma mía
«entre las azucenas olvidada»,
y ella olvidara el tiempo y la memoria,
y Tú en mi corazón me recobraras…
Colaboración poema con voz: María Teresa García-Nieto