Dikt Iii (diario de un mÁrtir)
¡Catorce veces! -¡Una vida entera!-
Al llegar este día,
Despertaba mi hermosa compañera
Sonriendo de esperanza y de alegría.
Era que entonces recordaba, cuando
Rendida el alma ardiente,
En una hora feliz puse temblando
La corona nupcial sobre su frente.
Y hoy, al abrir sus ojos, ¡qué amargura!
¡Oh! ¡Cómo habrá sufrido!
Al comparar su inmensa desventura
Con las delicias del placer perdido.
En bello porvenir albas hermosas
Yo tierno le anunciaba
Y al renovar los lirios y las rosas
Incienso y mirra en el altar quemaba.
Era todo placer, fiesta solemne.
Y un ángel Dios quería
Que encendiese la lámpara perenne
Que ante la imagen de mi amor ardía.
Nunca turbamos con el ceño adusto
La paz del sentimiento;
Y nos bastaban para dicha y gusto
Modesta casa y corazón contento.
La postrera ocasión que así nos vimos,
Libre el alma de engaños,
En el gozo habitual nos prometimos
Saludar el mejor de nuestros años,
Y así seguir sin vanidad ni orgullo,
Cuidados ni temores,
Viendo el tiempo correr sin un murmullo
Como un agua que corre entre las flores,
Y al apagar la juventud su fuego,
Ver en tarde callada
El tibio sol de la vejez… y luego
Su tumba al lado de mi tumba helada.
Y soñamos al fin de humanas cuitas.
Dos cruces y dos losas;
Sobre mi cruz humildes margaritas,
Sobre su cruz fragantes tuberosas.
Mas no vimos al ver tantas bondades
Y bendecir al cielo,
Las aves que presagian tempestades
Tras nuestra barca en fugitivo vuelo.
Y llegó la tormenta: – se ennegrecen
Los densos nubarrones;
Las olas con las olas se enfurecen,
Silban y braman rudos aquilones;
¡y nos hunden, mi bien, hados impíos
En un momento aciago!
¡Y en el revuelto mar, yo con los míos
En esta noche de dolor naufrago!