Dikt Primera epístola a los judíos
Desde que Herodes degolló a Juan el Bautista
se acabaron los profetas de Israel.
Y los profetas eran la voz de la tierra…
La voz de la vieja tierra de Moisés,
la voz del pueblo,
la que escuchaban de rodillas los jueces y los reyes
en la penumbra de sus recámaras
cuando gritaban desde la calle. (Ahí está Jeremías,
decían los jerarcas,
temblando y arrojando del lecho
a las concubinas.)
En la Edad Media no hubo profetas en el mundo.
Hubo santos, pero no hubo profetas.
Y en vuestros Éxodos no tuvisteis profetas tampoco.
No teníais tierra…
sin la tierra de Israel precisamente
no podían crecer los profetas.
Ahora que estáis cavando esa tierra
y sacando de las rocas frutos maravillosos,
buscad una parcela, un huertecito
donde plantéis el «Árbol de los profetas».
Los profetas no tenían sabiduría,
apenas sabían leer,
pero del «comunismo socialista»,
de ese fraternal socialismo
que estáis buscando tan heroicamente vosotros…
ellos, ya entonces,
sabían mucho… Tal vez más que Marx.